Antonio Rodriguez
La garra sucia de un perro rasga la bolsa de basura que ha bajado del cielo, de un contenedor que la ha dejado caer. Son diez perros; dos bandos diferentes, y así, divididos cinco y cinco, miran atentos el contenido de la misma para saber si vale la pena luchar: un corazón de manzana rancio, dos cáscaras de plátano con gusanos, un pastel de arroz mohoso, una lata con huesos de sardina, cáscaras de huevo, una molleja podrida. “Vale la pena”, dice uno de los canes, y el panorama se convierte en una divertida nube de polvo y mugre, con ladridos, patas, hocicos, colas, hasta que la jauría más fuerte gana.
La vida de estos animales, tal y como la conocemos, ha terminado. Es el futuro, y todos los canes han sido enviados a una isla de basura. Ya sean amaestrados, callejeros o de caza, viejos o recién nacidos, todos han sido declarados una peste, una abominación, debido a que ha brotado una gripe canina que podría afectar a los humanos.
La vida de la isla se ve alterada cuando una avioneta cae cerca de los cinco canes que han ganado la batalla. Ellos son: Rex, Boss, King, Duke y Chief, cada uno con su propia personalidad y con algo que los une: antes todos eran mascotas.
De la nave, sale atolondrado un pequeño piloto con traje metálico, sólo para caer desvanecido sobre el suelo repleto de basura. El quinteto de perros se acerca para saber quién es ese humano; el hombrecillo tiene un ojo morado y habla japonés; los animales deducen que el pequeño piloto está buscando a su perro Spots, dada la foto que les muestra; estos han oído que ese el primer perro infectado.
Los cinco canes, junto con Atari, el pequeño piloto, se internan en la isla de los perros para dar con el paradero de su fiel amigo. La aventura no resultara sencilla, puesto que los agentes del gobierno, armados con feroces perros robot, siguen con furia al pequeño.
Isla de perros es humana, cálida, sensible, inteligente y divertidísima, y encuadra perfectamente en el humor inteligente de su creador, Wes Anderson, y su visión del cine siempre simétrica. Su más reciente filme resulta una técnica de animación alucinante, y aunque podríamos decir que es una historia simple y elemental: un amo buscando a su perro o viceversa, el secreto está en la manera de contarla. Y no hay nada malo en que se hable sobre la lealtad, sea canina o sea humana, da igual, pues lealtad es lealtad.
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