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Cultura Bíblica: ¿Qué vio Jesús en el templo que le molestó tanto?

¿Qué prácticas del Templo se habían convertido en robos de tal manera que enojaran a Jesús? ¿En qué sentido dice Jesús que su cuerpo es santuario?


Mons. Salvador Martínez

En este tercer domingo de Cuaresma hemos salido del evangelio de san Marcos y tomamos la lectura del evangelio de san Juan. El episodio de la purificación del Templo en este evangelio se encuentra entre una de las primeras acciones realizadas por el Señor. Sin embargo, a diferencia de los otros evangelios, Jesús no parece realizar un acto purificador del antiguo Templo, sino la irrupción del Nuevo Templo.

De todas formas nos llama la atención que Jesús acusa a los vendedores de víctimas para el sacrificio y a los cambistas de haber convertido el Templo de su Padre en mercado. Esto nos lleva a reflexionar que en la época de Nuestro Señor Jesucristo, efectivamente las autoridades del Templo, sobre todo pretendiendo asegurar la pureza de las víctimas, decidieron que toda víctima a ofrecerse debía ser criada bajo la supervisión de ellos mismos. De tal manera que era imposible a los particulares ofrecer animales traídos por ellos mismos. Igualmente era considerado ofrenda idolátrica echar monedas romanas o de cualquier nación pagana a las arcas del Templo. Por ello en el atrio había cambistas que recibían las monedas extranjeras y las cambiaban por monedas adecuadas donde no apareciera imagen alguna de gobernante mundano.

El Señor Jesús critica seriamente el haber convertido el asunto religioso en un mercado. Pero la crítica de Jesús es mucho más profunda. Al decir: “Destruyan este santuario y yo lo restauraré en tres días”, como bien lo hace notar el relato, Jesús cambia las coordenadas de lo que debe ser considerado el Santuario, porque “Él hablaba del santuario de su propio cuerpo”. Entonces la verdadera concepción cristiana del Templo no radica en los edificios arquitectónicos, sino en la persona de Nuestro Señor Jesucristo. En efecto Él es el lugar de encuentro entre Dios y los hombres. Él también es la víctima propiciatoria que perdona los pecados, Él es el altar y el sumo sacerdote de la Nueva Alianza.

Más aún, al ser nosotros bautizados somos constituidos en Templos del Espíritu Santo. Por tanto, ahora como entonces también puede llevarse a cabo una corrupción del templo de Dios cada vez que pretendemos convertir nuestra religiosidad en una mera transacción comercial, es decir, pretender decirle a Dios “yo te cumplo para que tú me des”. De la misma manera las autoridades religiosas podemos fallar haciendo pensar que con los estipendios se consigue la salvación.

El culto verdadero, “en Espíritu y en verdad” es aquél que se ejerce en la misericordia teniendo a Nuestro Señor Jesucristo como fuente, centro y término de nuestra vida.

Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México

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