Mons. Salvador Martínez
A propósito del discurso que leemos hoy en el Evangelio de san Mateo, profundizaremos en el sentido de la acusación de hipocresía que Jesús hace contra los fariseos y los maestros de la Ley. Lo contrapondremos con el llamado que hace Jesús a la integridad de vida.
Todo el capítulo 23 del Evangelio de san Mateo está dedicado a la crítica contra la hipocresía de los escribas y fariseos. Podemos dividirlo en cuatro partes: la primera de ellas, la que leemos hoy, es el inicio del discurso (23,1-12); después encontramos una serie de siete ayes contra los fariseos y maestros hipócritas (23,13-32); la tercera parte corresponde a una condena y anuncio de castigo (23,33-36), y la última a un apóstrofe sobre Jerusalén (23,27-39).
La palabra hipocresía proviene del griego, y tiene diversas connotaciones. La más leve de ellas es “responder” o “contestar”. Sin embargo, forma parte del lenguaje del teatro; cuando alguien “representaba” un papel en una obra de teatro se usaba este verbo “upokrinomai”, por tanto, el hipócrita es el actor, el intérprete de un papel.
De este contexto pasamos al contexto peyorativo de la palabra “hipócrita”, que es el usado por Jesús contra los escribas y fariseos. Jesús los llama hipócritas porque ponen cargas pesadas y difíciles de llevar a los otros, y ellos no quieren moverlas ni con un dedo (23,4), por tanto, comprendemos que el juicio negativo radica precisamente en hacer de las exigencias religiosas una exigencia para otros, mientras ellos no se comprometían en absoluto. A esto podemos añadir que una cosa dicen y otra hacen (23,3), justo como los actores del teatro que en el escenario dicen y hacen muchas cosas que no son reales.
La crítica se acentúa cuando los denuncia de hacer las cosas para que los vean, los admiren y hagan trato de excepción con ellos (23,5-7). Estas acusaciones están muy en consonancia con una forma equivocada de interpretación de la Ley de Moisés que era demasiado formalista y superficial. En efecto, Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5,21-48) previene a los suyos contra la interpretación hipócrita de la Ley, no matar en la mentalidad del Señor significa un rechazo y combate interior contra todo lo que lesiona la integridad del prójimo como enojarse contra él, llamarlo idiota o despreciarlo.
El cumplimiento del sexto mandamiento no se refiere a actos externos nada más, sino también al mirar con deseos a una mujer, porque así se adultera de corazón. En suma, la propuesta de Jesús Nuestro Señor se dirige a la integridad de la vida, al compromiso con el bien no solamente en la apariencia y en lo formal, hacer el bien no es una obra de teatro. Por ello, en el texto del día de hoy, invita a los suyos a tratarnos como hermanos y tener un solo Padre, a Dios, un solo Guía, a Cristo, y no convertir nuestra religión en un escenario de falsedades.
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