Mons. Salvador Martínez
En este domingo contestaremos a la pregunta sobre el sentido de la frase: “entonces Jesús les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras”. En un segundo momento reflexionaremos sobre la amplitud de las profecías retomadas por el Señor y por la comunidad primitiva para explicar su Pasión, Muerte y Resurrección.
A los cristianos del siglo XXI nos puede parecer extraño que existiendo tantos textos del Antiguo Testamento referentes a la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en el momento en que ocurrieron los hechos y en épocas posteriores, haya una resistencia tan fuerte de parte de los judíos. El Evangelio de este domingo nos da una clave: “Jesús les abrió la mente para que entendieran las Escrituras”. Esto quiere decir que la interpretación de muchos textos del Antiguo Testamento requiere de una asistencia de parte de Dios que nos revela su sentido referido a Cristo. El conocimiento de la verdadera naturaleza de Cristo no viene de las facultades naturales del hombre, así se lo dijo el Señor a Pedro: “No fue la carne ni la sangre, quien te ha revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16,17).
Dentro de los grupos judíos efectivamente solían leer el Antiguo Testamento y tratar de comprender el presente como su cumplimiento profético. Todo el Evangelio de san Mateo, y la mayor parte de los relatos de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor están llenos de este tipo de interpretación en sentido de cumplimiento profético.
Sin embargo, surge una segunda pregunta: ¿esto quiere decir que todos los textos escritos muchos siglos antes no tuvieron aplicación en la época en que lo pronunciaron los profetas, sino hasta que vino nuestro Señor Jesucristo? La gran mayoría de las profecías dichas en el Antiguo Testamento tuvieron una aplicación dentro del contexto mismo en que los profetas las anunciaron; por poner un ejemplo, tenemos la profecía del hijo de una doncella (virgen) que le hizo Isaías al rey Ajaz (cfr. Is 7,14-16). Esta profecía tuvo un cumplimiento casi inmediato en el nacimiento y crianza de su hijo Ezequías, puesto que el reino de Judá efectivamente no cayó en aquella época. Sin embargo, el cumplimiento pleno de esta profecía del nacimiento de un hijo de una virgen, un hijo que es “Dios con nosotros” solamente puede atribuirse a la concepción virginal de María y a Jesús verdadero Dios y verdadero hombre.
El alcance de muchas profecías del Antiguo Testamento sigue esta senda, en primer lugar un sentido propio e inmediato, relacionado con la historia del pueblo de Dios. Pero una interpretación en sentido pleno, aquella interpretación que la comunidad cristiana naciente, iluminada por Dios, aplicó en particular a la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
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