Mons. Salvador Martínez
En el artículo de este día comentaremos las transformaciones que se dan en las personas a raíz del encuentro con el Señor Jesús, y en particular nos detendremos a considerar el asunto de la fe de los paganos.
Muchas veces pensamos que la fe es una virtud de tipo religioso, pero de acuerdo con varios de los encuentros que tuvo Jesús en su vida, observamos que la fe como virtud humana está más ligada a lo cotidiano de aquello que pensamos.
Iniciemos analizando el encuentro de Jesús con el centurión romano en Cafarnaum (Mt 8,5-13). El centurión era pagano y no iba a cambiar de religión por el hecho de ir a pedir un favor a Jesús. Este es un presupuesto bastante claro en el pasaje. El militar no acepta que Jesús entre en su casa y le dice que bastaría con su orden para que el siervo quedara sano. Para el soldado, entonces la fe se aplica en el ejercicio de la disciplina militar, “porque yo le digo a uno ve, y va, y a otro haz esto, y lo hace”. La fe del centurión radicaba entonces en que Jesús tenía plena autoridad sobre la enfermedad. Jesús no hace preguntas teológicas o sobre una posible conversión del romano al judaísmo. Simplemente declara: “en ninguna parte de Israel he encontrado una fe tan grande”, y continúa “vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abrahán , Isaac y Jacob”.
El Reino, por tanto, es asunto de fe actuante, es decir aquella que hace que suceda el bien y no asunto de genealogías o de retóricas. Pero también hay otro aspecto muy interesante que es la transformación de las personas al encuentro con Jesús, esta vez analizaremos (Jn 4,46-54) la curación del hijo de un funcionario. Es notorio cómo inicia el pasaje diciendo que se acercó a Jesús un funcionario público, no se dice si era o no un judío. Más adelante, cuando Jesús concede la sanación del hijo que se encontraba a gran distancia, el evangelista nos dice que aquel “hombre” creyó y se puso en camino. Cuando, al día siguiente, llegó a su casa y vio efectivamente que su hijo estaba sano el evangelista lo llama “el padre”, y creyeron él y toda su familia. Como podemos observar, la fe y confianza en Jesús lleva a la realización efectiva del bien y de la vida.
El pasaje que tenemos hoy de la mujer cananea pone el acento en la fe de una pagana que alcanza el beneficio reservado a los hijos en vista de su fe. De nuevo observamos una confianza profunda de la mujer en Jesús, no nos dice que quisiera convertirse al judaísmo. Ella cree que Jesús podría liberar a su hija del mal demonio. Por su perseverancia alcanza el favor. Ella misma se concibe en todo momento como madre, lo mismo que el funcionario, en el pasaje de san Juan, siempre se consideró padre. El camino de la fe en Jesús los confirma en su maternidad y paternidad, portadores de vida gracias a su fe. ¿En qué creemos los papás y las mamás del presente? ¿Nuestra vinculación con Jesús nos lleva a ser portadores de vida para todos ellos?
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