“Hemos luchado. Hicimos lo que pudimos, pero hasta aquí hemos llegado”.
Antonio Rodríguez
“Vamos a hablar del príncipe cáncer, señor de los pulmones, varón de la próstata, que se divierte arrojando dardos a los ovarios tersos, a las vaginas mustias, a las ingles multitudinarias”. Así reza una de las estrofas más famosas del poema Algo sobre la muerte, de Jaime Sabines, quien después de perder a su padre por esta enfermedad, sacó todo su dolor escribiendo.
Julián es un actor enfermo de cáncer, lleva tiempo así. Sus últimos análisis no pintan nada bien, y por ello ve como una pérdida de tiempo y esfuerzo someterse a más tratamientos; su propio médico sabe que de poco servirán, pero tampoco está muy complacido con la decisión de su paciente.
Julián se muestra decidido: si ha de morir, habrá que hacerlo de la forma más digna. Tiene varios pendientes, pues cerrar el ciclo de la vida no es nada sencillo: hablar con los médicos, buscar un servicio funerario, visitar a su hijo, pero sobre todo, encontrarle a Truman –su perro fiel– una familia que lo adopte.
Tomás, el mejor amigo de Julián, ha viajado desde Canadá hasta Madrid para visitarlo y tratar de convencerlo de que tome otro tratamiento contra el cáncer; sin embargo, al ser amigos de toda la vida, se conocen sobradamente, y Tomás sabe que, diga lo que diga, difícilmente su amigo cambiará de decisión.
Truman: Una sonrisa a la vida, del director Cesc Gay y protagonizada por el actor argentino Ricardo Darín, es un agridulce retrato sobre el temor a la muerte, más que una cinta sobre el cáncer, y en eso se diferencia de los múltiples filmes que existen sobre el tema de una enfermedad tan atroz como es ésta.
Cesc Gay evita caer en los típicos clichés y en las salidas fáciles; pone los temas sobre la mesa y deja que vayan agarrando forma; evita las escenas melodramáticas, no busca la lágrima fácil.
Decir adiós no es fácil, despedirse de la vida, plantar los pies sobre la tierra y enfrentar la muerte, tampoco debe serlo. Las decisiones del personaje principal podrían resultar polémicas, tristes, e incluso egoístas. Como sea, las preguntas las plantea el filme, pero las respuestas las da el público.
“Y es en vano llorar. Y si golpeas las paredes de Dios, y si te arrancas el pelo o la camisa, nadie te oye jamás, nadie te mira. No vuelve nadie, nada. No retorna el polvo de oro de la vida”, dice también Sabines en la segunda parte del poema Algo sobre la muerte. Un final que es más que claro: puedes enojarte mucho por como pasaron las cosas, puedes gritar, incluso maldecir, pero cuando te llega la hora, tienes que dejarte ir.
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