“Lucha hasta el final, no estoy seguro de que
tenga algún valor, pero deben saber que lo hice”.
Antonio Rodríguez
El pacífico descanso de un hombre es interrumpido de golpe por el estruendoso estallido de algunos vidrios; el vaivén que lo acompañaba en la parte baja de su yate se detiene también de súbito. Al levantarse, el hombre observa cómo un gigantesco hoyo se ha abierto debido a un choque. Los borbotones de agua entran violentamente a la embarcación. Al subir a cubierta se da cuenta que su pequeño pero lujoso yate ha encallado con un enorme contenedor, de esos que los barcos cargueros transportan de un muelle a otro.
El hombre, un señor ya entrado en los setenta años, analiza su daño y la forma más accesible de liberar su embarcación. El contenedor está aferrado al barco. Aun a pesar de saberse en un dilema y en una notoria desventaja, el marino nunca pierde la calma ni mucho menos la confianza en su sabiduría, y raudo comienza a usar algunas cuerdas como poleas que amarra al contenedor de tal manera que, con unos ligeros jalones, su embarcación queda liberada. Esto permite que el barco se nivele y le da un valioso tiempo para arreglar la avería.
Una vez arreglado el desperfecto se dispone a drenar el agua que entró por el boquete y a salvar las cosas que no se echaron a perder con el agua. El radio para pedir auxilio no funciona, y al salir de nuevo a cubierta una ligera tormenta baña su rostro, es así como decide relajarse un poco, aprovecha las gotas de lluvia para enjuagarse la sal, prepara un poco de comida e incluso se rasura … pero aquellas gotas son sólo la ligera brisa que antecede a la tempestad.
Todo está perdido es una película del año 2014, del director J.C. Candor y protagonizada por Robert Redford; es uno de esos pequeños-grandes (pequeño por su duración, grande por lo que se ve en pantalla) intentos del cine norteamericano por ofrecer al espectador no sólo algo diferente sino algo retador, que lo haga centrarse en él. Es una película casi sin diálogos, el protagonista es una alegoría del espectador, por ello no tiene nombre, no sabemos su pasado y desconocemos su incierto futuro.
Esta fantástica película es claramente una metáfora de la vida, que nos hace reflexionar sobre las ocasiones en las que ésta pareciera haberse encaprichado con uno y nos jala, nos tira, nos da la vuelta, nos zarandea por completo hasta el grado de gritar ¡basta! Pero como dicen por ahí: ‘esto no se acaba, hasta que se acaba’, y tenemos la obligación de luchar hasta el final, y dejarnos ir una vez que hemos hecho todo lo que nos toca, porque a veces ya no es cuestión de uno mantenerse a flote.
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