Antonio Rodríguez
Madeo trabaja como mesero en el bar del pueblo, y su única pasión es jugar al Metegol –o al futbolito, como nosotros lo conocemos– ese juego de mesa en el que 22 figurillas de plomo son manejadas con manivelas externas. Todo un clásico.
Madeo, el campeón invicto, es retado por Grosso, y aunque el partido es reñido, Madeo logra vencer y es vitoreado por todo el bar. El pequeño se siente en las nubes… Veinte años después sigue trabajando en el bar y sigue sin perder un solo juego en el futbolito.
El chico no busca más en la vida; pero Laura, su novia, no parece ir en la misma dirección; ella está apunto de realizar un viaje estudiantil, y no se siente a gusto con la vida que su novio ha decidido llevar.
La aparente tranquilidad de Madeo se ve alterada de golpe cuando Grosso regresa al pueblo convertido en una gran estrella del balompié, pero no solo eso, también está decidido a ser el dueño absoluto del poblado para convertirlo en un parque de atracciones.
Amadeo no solamente se siente decepcionado de sí mismo al saber que ha dejado pasar el tiempo sin hacer nada de provecho, sino que está en peligro todo aquello que conoce, así que reta a Grosso a un partido de futbol por la libertad del pueblo; a su favor tendrá el equipo de jugadores de plomo que por alguna extraña razón han cobrado vida, y le son eternamente leales.
Juan José Campanella hizo un extraño movimiento con Metegol: en 2009 había recibido el Oscar a la mejor película extranjera por El secreto de sus ojos, un drama con tintes de cine negro que había maravillado al público en general. Brincar de un drama a una cinta animada completamente infantil, aunque resultó extraño, fue grato, ya que logró un filme enteramente familiar que no juega con la inocencia de los niños y que tiene un contexto muy interesante: la mediocridad como forma de vida.
Permanecer en el confort, esforzarse lo mínimo posible, no es una grata forma de vivir, o no debería serlo. Si bien es cierto que Madeo ha optado por esta opción, también lo es que su rival se ha vuelto mediocre con el pasar de los años, pues su intelecto y su corazón son tan pobres, que su único motor para salir adelante es el odio, pero lograr algo con base en el odio, no es muy noble que digamos.
Campanella invita a los niños a salir de su zona de confort, a esforzarse cuanto sea necesario por lograr sus metas, porque el talento sin esfuerzo, no sirve de nada.
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