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Cine: Las aventuras del Barón Münchausen

“Nada destruye más al hombre que la estupidez ignorante y la conformidad.”

 

Cañones y arcabuces, balas, pólvora; fuego por doquier. La guerra está en pleno auge, y una niña de cabello rubio pide a gritos que todos se callen, que dejen al anciano terminar de contar su historia. Pero justo en pleno clímax, la trifulca estalla.

El viejo sube con la niña hasta lo alto de un edificio para mirar la batalla, pero por error acciona un cañón, lo que le provoca salir disparado abrazando la bala que había en el interior del artefacto; el anciano comienza entonces a dirigir la bala hacia las fuerzas enemigas. Antes de que ésta descienda, el hombre se trepa a otra en pleno fuego cruzado, y la ocupa graciosamente como vehículo de regreso. En su “vuelo” mira de cerca a la muerte que, acompañada de su guadaña, vuela sobre el campo de batalla.

Al caer al suelo, bastante fatigado por su hazaña, los soldados lo miran con extrañeza. La pequeña niña no puede creer que ese anciano sea el afamado Barón Münchausen, aquel de quien se cuentan fantásticas historias. Entre otras cosas, se dice que ha viajado a la luna y también que ha sido devorado por fieras marinas, saliendo siempre airoso de todas sus batallas. El barón es ahora un hombre viejo que anhela morir; cree haber vivido más de lo necesario, ha perdido sus fuerzas y a sus fieles amigos, cómplices de aventuras.

Pero pese a los ruegos de la pequeña Sally para que, con su ingenio y valor, ayude a su pueblo a terminar la guerra, éste se niega, explicándole que ya es un hombre viejo. El temor y desesperación de la pequeña crecen cuando mira que la muerte ronda cerca del barón.

Terry Gilliam escribe y dirige Las aventuras del Barón Münchausen, adaptación cinematográfica de los famosos cuentos de Karl Friedrich Hieronymus, Barón Münchausen, aristócrata y militar alemán del siglo XVII, quien tras regresar a Alemania, después de la guerra, contó un sinfín de aventuras, todas ellas evidentemente ficticias. Tiempo después sus historias fueron recopiladas y puestas a la venta como literatura fantástica.

La versión de Gilliam es un dulce visual, siempre ha trabajado con decorados hechos a manos casi teatrales, gigantescas maquetas que, acompañadas de inteligentísimos juegos de cámara y lentes, dan una gran sensación de realismo y fantasía. Gilliam es un enamorado del cine, y se nota en cada uno de los filmes que realiza. El trabajo de maquillaje y de efectos especiales en esta cinta no tiene desperdicio.

En cada aventura que el barón se embarca, éste comienza a perder las arrugas en su rostro, a caminar más ágilmente: “Cada aventura me rejuvenece”, dice en algún momento. Y así es, cada aventura le inyecta juventud, y aunque en el filme se muestra de forma literal, no deberíamos dejarlo pasar de largo. La vida misma es una aventura, ya moriremos cuando sea nuestro tiempo, pero mientras, ¡a vivir!

 

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