Categorías: Firmas

Cine: La última pelea

Te quiero, hermano”.

 

Antonio Rodríguez

En la escuela preparatoria circula un rumor: el profesor de física fue visto peleando en el cuadrilátero de un bar la noche anterior. Por ello, cuando el maestro entra al salón, es cuestionado por lo alumnos en torno a esos rumores. Al darse la vuelta, el profesor muestra su rostro y deja ver algunos moretones y rasguños. Antes de que pueda contestar cualquier pregunta, es llamado a la oficina del director.

Brendan Conlon es suspendido durante un semestre, pues los directivos no ven con buenos ojos que pase sus noches peleando por dinero en bares, y a pesar de que él intenta explicar que tiene problemas económicos, la decisión ha sido tomada.

En su juventud, el profesor se había dedicado a las artes marciales mixtas, y ahora, con tres hijas y una esposa, el dinero que recibe como docente resulta insuficiente.

En otro lado, un joven va a visitar a su padre y lo espera en las escaleras de la casa. Al verlo sentado fuera, el padre se sorprende, y un tanto alegre, le da la vivienda. Lleva años sin verlo. Se llama Tommy, le ofrece una botella de licor como obsequio y lo invita a brindar; el padre le aclara que lleva años alejado del alcohol: “mil días sobrio”, le dice lleno de orgullo. Pero la noticia no le causa mucha alegría al hijo, y éste reacciona molesto al no poder brindar con su padre, y comienza a despotricar a causa de algunos problemas no resueltos.  

Tommy es un antiguo marino. Se enlistó cuando su madre falleció. Tommy abandonó a su padre años atrás debido al alcoholismo que este último padecía. Hasta la fecha no le ha perdonado sus faltas, y tampoco ha perdonado que su hermano, el profesor de física, quien decidió quedarse con su padre cuando –según él– lo más lógico era dejarlo solo.     

Gavin O’Connor –director del filme– tuvo la astucia de no caer en la violencia gratuita, y evita mostrarnos directamente los golpes a cámara; no hay necesidad, el discurso del que habla no va por ahí: el fondo de La última pelea es el dolor, pero no el físico, sino el interno. Y así, lo que fácilmente pudo haber sido un drama deportivo más, es más bien un drama familiar complejo, resumido en amor fraternal.  

Brendan y Tommy, Caín y Abel o Esaú y Jacob. Hermanos enfrentados por el rencor, el dolor, la envidia y la soberbia, a veces hasta llegar a fatídicas consecuencias. Que difíciles son las relaciones familiares; qué difícil es sacrificarse, pedir perdón o aceptar culpas. O’Connor lo sabe y le da a cada personaje su redención, muy a su forma, muy a su manera, con golpes, sangre y lágrimas, pero no con odio; los cuerpos maltrechos, pero abrazados, lo confirman.  

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