“Con la ayuda de Dios, al final venceremos”.
Antonio Rodríguez
La esposa del hombre que tenemos en pantalla le desea suerte, al tiempo que le aprieta amorosamente el brazo. Éste, ataviado con un traje elegante y sombrero de copa, sube las escaleras, y mira con temor el micrófono que, sin vida, parece tener más fuerza que él. Al llegar al final de la escalinata, el Estadio de Wembley, repleto de londinenses, se pone de pie. La respiración del Duque de York se oye en todo el estadio, y al comenzar las primeras líneas del discurso, su nerviosismo se manifiesta, el temblor de sus labios es incontenible y las palabras comienzan a cortarse; esto, provocado por la tartamudez que padece desde los cuatro años.
Después del penoso suceso, el duque, junto con su esposa, acuden a terapias para aliviar su mal del habla, pero ninguna funciona. Hablar con canicas en la boca, fumar para relajar los labios y muchos otros remedios sólo han provocado la ira de “Bertie”, como lo llama su esposa, la duquesa Elizabeth. Enojado, el duque sale del consultorio con la firme intención de aceptar por fin su problema y renunciar a cualquier ayuda posible; ha vivido años con ello, y así ha de morir. Al final de cuentas, él no es sucesor directo a la corona, pues es el segundo hijo; su hermano habrá de ser el rey cuando su padre muera.
La duquesa, decidida a no dejar que su marido claudique, logra contactar a un médico poco ortodoxo: Lionel Logue, quien acepta ayudar a quien él cree que “podría ser un gran hombre”. Todo parece tomar el rumbo natural de una terapia común y corriente con alguien a quien sólo se le dificulta expresarse, pero la presión y desesperación se acrecienta cuando el hermano del duque, el Príncipe Eduardo, decide abandonar la corona.
El discurso del rey es un filme del año 2010 dirigido por Tom Hooper y protagonizado por Colin Firth. Durante su época de estreno recibió bastantes elogios y premios en diversos festivales. Escrita por David Seider, quien en su juventud fue un chico tartamudo, la historia está basada en el suceso real del propio duque, quien después sería nombrado Rey Jorge VI.
Hay ocasiones en las que nuestros temores se vuelven más y más grandes, a tal grado que nos revisten de una sombra de duda y miedo; enfrentar un temor, cualquiera que sea, nunca es sencillo, habrá ocasiones en las que sentiremos que no somos aptos para la tarea encomendada en nuestro trabajo, en nuestra familia o en la vida, pero rendirse sin antes intentarlo no es una opción, y como dijera el Rey Jorge en su afamado discurso, cuando la situación militar del mundo estaba en su punto más álgido: “Puede haber días oscuros por delante, y la guerra ya no se limitará al campo de batalla. Pero sólo podemos hacer lo correcto, como vemos lo justo, y con reverencia comprometer nuestra causa a Dios”.
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