En memoria del padre Pedro Herrasti SM 25 may 29-30 sep 18
Te conocí hace quince años, cuando llamaste a preguntar si podías publicar un texto que apareció en Desde la fe, en el que resumía y comentaba una Carta Apostólica de san Juan Pablo II sobre el rezo del Rosario. Me cayó muy bien que tuvieras el detallazo de pedir permiso (en estos tiempos en que tanta gente se piratea lo que le da la gana). A ti te cayó bien el ‘claro que sí’ que respondí, y nos hicimos amigos aunque nunca nos veíamos.
Al verlo publicado (EVC 259: ‘El Rosario y el Papa’), conocí esa obra genial que comenzó en 1926 tu papá, don Germán, y que continuaron tu hermana Alicia y tú, la Sociedad EVC (el verdadero catolicismo), dedicada a la publicación de folletos que, con profundidad y sencillez, explican temas de fe, y se venden en casilleros en las iglesias.
Agudo observador, publicabas siempre temas de actualidad, defendías la verdad con entera claridad, y le hiciste honor a las nuevas tecnologías: tus videos en Facebook combinan tu gran conocimiento y sentido del humor.
Escribías semanalmente sabrosos textos que llamaste ‘Cartas PH’, y un día me preguntaste si me incluías dentro de tus corresponsales, que eran 500. En mi respuesta, firmé: #YoSoy501, y así me dirigías tus emails: querida 501.
Qué gran consuelo fueron para mí tus palabras cuando murió mi mami, y recuerdo que me compartiste que tus hermanos y tú se entristecieron al volver a casa tras el funeral de tu mamá y contemplar su silloncito vacío. Creo que esa misma pena embarga hoy a tus hermanos maristas, al mirar el sillón donde acostumbrabas sestear, pero les aliviará recordar lo preparado que estabas para tu partida, y que la esperabas con serenidad y alegría.
Cuando cumpliste 87 años redactaste una carta que titulaste ‘Yo ya no’, en la que mencionabas todos los lugares a los que ‘ya no’ podías ir: la Basílica, la Catedral, los volcanes, el cine, el fut, exposiciones, conciertos… Escribiste: ‘Se me han cerrado las puertas por todos lados. ¿Qué le vamos a hacer? ¡Volver la mirada hacia arriba, hasta la Casa Paterna, hacia donde nos espera Dios amoroso, y los millones que habitan en el Cielo, dichosos!’… Un año después enviaste otra titulada ‘Post Mortem’. ¡Me asustaste!, pero no era lo que parecía; relatabas cómo imaginabas que sería tu muerte, ver a Jesús y a María, reencontrar a tus papás, a tu hermana Susana, a otros amigos y parientes. Pensabas que antes de abrazarlos, pasarías por el Purgatorio, pero eso lo escribiste tiempo antes de vivir aquí un purgatorio que probablemente te ahorró el de allá, porque lo viviste con admirable resignación y santidad.
Por eso hoy quienes con tanto cariño te recordamos y agradecemos a Dios el don de tu vida, nos encomendamos a tu intercesión. Ruega por la Iglesia, a la que amaste y defendiste con pasión; ruega por tu Sociedad EVC, para que continúe haciendo tanto bien, y ruega por tus seres queridos, entre los que sigo siendo la 501.
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