Ángelus Dominical

P. Eduardo Lozano

HA ESTADO LLOVIENDO y mucho; lluvia que –originalmente– debe servir para fecundar los campos y prometer abundante cosecha; lluvia que limpia la atmósfera citadina y barre cuanto contaminante aéreo deambula sobre nuestras cabezas; lluvia que cae en el asfalto (duro, impermeable y omnipresente en la CdMx y otras grandes ciudades) y difícilmente llega a la tierra; lluvia que no corre debidamente, que no se absorbe en la tierra convenientemente, que se atora en los caños y coladeras por nuestras basuras absurdas, y entonces provoca charcos, inundaciones y destrozos múltiples… PARA LOS QUE ESTÁN acostumbrados a buscar culpables (inquisidores por genética, fiscales frenéticos, perseguidores perturbados, más diablos que Satanás), rápido hay que decir que tanto la lluvia como la tierra carecen de cualquier mácula, más bien somos los que pisamos este suelo quienes no lo preparamos para la lluvia, quienes asentamos nuestros reales en el cauce natural de la lluvia, quienes congestionamos de basura los desagües, o sencillamente los hicimos más pequeños que lo necesario… HACE CINCUENTA AÑOS (en 1968) cayeron lluvias (tanto en la CdMx como en América Latina) muy, pero muy especiales y no fueron de agua: una tremenda tromba social y política que desembocó en lo que ahora han dado en llamar “M68” y que mucho se ha dicho y se seguirá comentando: ahí hubo abundante agua y mucho suelo duro, seco, impenetrable hasta la masacre… TAMBIÉN CAYERON LLUVIAS en el ambiente eclesial de América Latina pues la Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano (inaugurada en la ciudad de Medellín, Colombia, por el Papa Paulo VI -que será canonizado en octubre próximo-) se propuso como trabajo adecuar las grandes directrices del Concilio Vaticano II a la realidad Latinoamericana; el Documento de Medellín recogió la reflexión de los obispos y sigue iluminando como parte de la historia de la Iglesia en América; ¡buena lluvia que sigue fecundando los campos!… HA ESTADO LLOVIENDO –y mucho, pero mucho- y tal parecería que es agua contaminada, pestilente y hasta purulenta, lluvia que ha sido “monstruificada” por el periodismo carroñero y tremendista que nunca falta; y me refiero a los escándalos al interior de la jerarquía de la Iglesia, que no se detienen en denuncias fundamentadas o hasta en suposiciones calumniosas, como si un tremendo huracán se cerniera sin concierto ni medida, como para destruir todo, TODO, a su paso… EL CICLO NATURAL Y ORDINARIO de la lluvia ha venido y vendrá sobre cerros y llanos, sobre cumbres y mares, sobre desiertos y selvas, siempre a su modo y en su medida; ¡ah!, pero hay que darnos cuentas que nosotros –seres humanos– hemos trasformado el horizonte y hemos deteriorado su rumbo original: la tala inmoderada, la pavimentación desmedida, la contaminación rampante, la urbanización desmedida, etc., etc., nos estarán cobrando factura en los próximos decenios o acaso siglos… ALGO MUY PARECIDO sucede con nuestras tormentas humanas: somos pecadores y frágiles, sí, pero con la negligencia en la impartición de justicia, con la exaltación de la figura pública, con el distanciamiento de nuestra vocación y misión, con la “mundanización” de costumbres, con la deforestación de valores, con la contaminación de estructuras pastorales, con los humos que se nos suben a la cabeza, etc., cualquier chipi-chipi nos parecerá huracán… EL PROFETA ISAÍAS habló de la lluvia y la nieve que bajan y fecundan la tierra (Is 55, 10), y con esa imagen nos ayudó a comprender el efecto de la Palabra de Dios; Jesús también habló de la lluvia torrencial en la parábola de la casa edificada sobre roca, y así nos ayudó a entender que toda obra humana debe buscar cimiento firme y sólido; pues de la misma manera quiero ver toda lluvia, vendaval, chubasco, chaparrón, tormenta, ciclón, llovizna, tempestad, chipi-chipi, borrasca, aguacero, ventisca, helada, granizada o nevada… QUE SIGA LLOVIENDO Y MUCHO, pero que con más ganas e inteligencia nos preparemos para aprovechar todo lo que nos viene del cielo: ya sea la lluvia de la Palabra de Dios, ya sea la nevada de nuestros errores, ya sea el ciclón de críticas, ya sea el chipi-chipi de los piropos, ya sea el vendaval de las calumnias, ya sea la tormenta de información, ya sea el aguacero de los aplausos, ya sea el rocío fresco y sabroso del afecto humano, ya sea la brisa suave de la comprensión y el perdón… Y PARA CONCLUIR POR AHORA, pues lo hago con un claro y directo comercial-pastoral: ¡Asiste a la siguiente Noche Santa, que tendrá sabrosa lluvia incluida!, ¡nos mojaremos entre las 20 hrs. del sábado 6 a las 6 hrs. del domingo 7 de octubre!, recorreremos 11 templos en ambiente de procesión, de oración, de chubasco y alabanza con Jesús Eucaristía; iniciaremos –como siempre– en la Parroquia de San Sebastián (Bolivia y Rodríguez Puebla, Centro Histórico) y concluiremos en la Catedral Metropolitana a luego de la Santa Misa, a eso de las 7 de la mañana –como siempre–; ya habrá tiempo soleado para secarnos como Dios manda (por cierto, hoy es 16 de septiembre y no dije nada al respecto, ¡pues ya lo habrán dicho otros!)…

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