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Ángelus Dominical

P. Eduardo Lozano

CUANDO TODO VA LINDO Y BONITO es muy fácil decir que sí, cuando coincide mi pensamiento o mi deseo con los de mi interlocutor pues estamos de acuerdo y ni problema hay, cuando las razones y los sentimientos van en el mismo sentido pues parecería que llegamos a Jauja, a Disneylandia o casi casi al Paraíso… PERO CUANDO UNO DICE arriba y el otro dice abajo, cuando uno quiere dulce y el otro salado, cuando tú quieres ir con tu suegra y tu cónyuge quiere estar en paz, cuando uno sale por la tangente y el otro sigue dando vueltas, pues es entonces cuando viene la guerra, la división, la incomodidad, el rechazo, la indiferencia… DICHO EN TÉRMINOS que van desde este suelo hasta el cielo te lo planteo así: cuando ves que la voluntad de Dios coincide con tus deseos y anhelos, cuando sientes que Dios está de tu lado pues ¡qué dicha y felicidad!; pero cuando la adversidad no te deja sentir la mano amorosa de Dios, cuando la enfermedad se hace interminable y crees que Él se olvidó de ti, cuando experimentas que Jesús te pide seguirlo muy de cerca y cargando tu propia cruz, pues ya no es tan fácil decir que crees en Él, que esperas en Él, que lo amas a Él… BIEN RECUERDAS QUE JESÚS mismo sintió lo duro y lo tupido, lo pesado y difícil de su misión; bien conoces que Jesús estuvo a punto de rajarse (“¡Padre, si es posible aparta de mí este cáliz!”), que casi le ganaba la angustia y la soledad, que por poco el abandono y la traición lo dejan por los suelos, que el dolor y la burla le llevaron a cuestionarse: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”… PERO QUE NO SE TE OLVIDE que un hilo muy especial (irrompible e insustituible) lo vinculaba a su Padre y fue ahí donde encontró la fuerza para no tirar la toalla, para mantenerse firme ante la prueba, para jugar hasta el último segundo del último minuto, y es entonces cuando lo dicho el jueves (“¡Padre: que no se haga mi voluntad sino la tuya!”) lo cumplió el viernes con toda cabalidad al perdonar a sus verdugos y al exclamar con todo su corazón, con todo su aliento y todo su ser: “¡Padre: en tus manos encomiendo mi espíritu”!… YO SIGO PENSANDO que al momento de expirar Jesús experimentó todo el dolor y todo el gozo posibles, pues ante los tormentos atroces y la burla más cruel, pudo colocar toda su voluntad en sintonía con su Padre Dios; es ahí donde la satisfacción de su entrega desborda en el amor a Dios… LA VERDAD QUE ESCRIBIENDO sobre este tema siempre me emociono, me quedo ojicuadrado, boquiabierto, carirredondo, narichato y polipasmado (¡ups!, creo que estoy disvareando y eso es peor que estar desvariando); y eso me sucede porque me pongo ante la Fuente Inagotable de Verdad que me da Vida y Salvación, o sea: ante el Misterio de Jesús Crucificado… NO DEJAN DE SUCEDER –en mi entorno como en el tuyo- situaciones que no alcanzamos a comprender ni en sus orígenes ni en su sentido, a veces parecería que tales acontecimientos van por un camino muy distinto al que programamos, al que esperamos, al que nos parece más conveniente; y es ahí donde nuestra fe en Dios puede tambalear, como si de veras Él pudiera esconderse y desaparecer por completo, ahí es en donde las certezas se ven bombardeadas por la duda, por la incomprensión, ahí coincidimos con el reclamo de Jesús: ¿Por qué me has abandonado?… Y PARA HABLAR EN PRIMERA persona, te diré que –entre otras cosas- en semanas pasadas he podido vivir de cerca el dolor y la desesperación ante la enfermedad, el callejón sin salida y la angustia ante la posibilidad de la muerte de mi sobrina Liz; ella misma se vio en el extremo de las más terrible derrota y ahora se va recuperando sin que los médicos sepan cómo ni por qué; lo que te puedo decir es que en un abrir y cerrar de ojos esa noche del 23 de enero invité a muchos amigos a lo siguiente: “Acompáñame con tu oración por mi sobrina María Lizbeth; está en hospital y muy delicada de salud; los médicos han hecho todo lo posible y le pedimos a Dios Bondadoso que se haga su Voluntad”… TÁCHAME DE LO QUE QUIERAS pero te confieso que soy muy reacio para creer en milagros de a docena; di que soy escéptico y reticente pero no afirmaré que Dios está haciendo el milagro de darle a mi sobrina Liz la salud, más bien quiero decir que el milagro consiste en que muchos, pero muchos, nos estamos abriendo –con docilidad filial- a que se cumpla ahora y siempre y en todas partes la Voluntad de Dios… NO LO QUIERO AHORA y no quiero querer nunca que Dios cumpla mi deseo, mi capricho, mi voluntad, mi fantasía, mi comodidad o ventaja: ¡ni me llamo Aladino ni tengo lámpara alguna para frotar!; y le pido a Dios Bondadoso que si elevo a Él mi plegaria no sea sino para comprender mejor su designio y para aceptarlo con todo el corazón, con toda el alma, con toda mi mente, con todas mis fuerzas, con todo mi ser…

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