P. Eduardo Lozano
SON GRAVES, GRANDES Y NUMEROSOS los asuntos y temas que deben ocupar a mis lectores en la primera quincena del año y en su rutina cotidiana, así que me disculparán si los distraigo con otros temitas ligeros, pequeños y apenas escasos, tres historias referidas a tres personitas cuyos años no llegan ni a doce; mi atrevimiento está justificado con el tiempo y atención que invierten al ocuparse de esta página, y si no hay justificación pues eviten la lectura y ya… LOS HECHOS QUE REFERIRÉ ni son invención ni los narraré por llana distracción, son tan reales como que algo parecido seguramente habrás vivido en tu entorno; son hechos que me han resultado tan singulares y significativos que por eso los comparto; son tres pequeñas historias ambientadas -¡todavía!- en el invaluable marco de la Navidad… PRIMERA PERSONITA: No sé su nombre ni dónde vive, sé que goza de la frescura de la inocencia y sus ojos se estacionaron largo rato delante del Nacimiento: ahí estaban los pastores, los reyes, los borregos y vacas, San José y la Virgen Madre; todos en actitud de dirigirse hasta Jesús y prácticamente de pie; llegada la noche y antes de retirarse al descanso seguía mirando cada figura, entonces toma la iniciativa de “reacomodar” todas las imágenes poniéndolas en posición horizontal, o sea, acostándolas: “Pobrecitos, mamá, ¡todo el día estuvieron de pie!, ¡ya es hora de que también ellos descansen!”… SEGUNDA PERSONITA: Sé que tiene una hermanita menor y se apellidan Picazo, como su abuelo paterno -cuya amistad me enriquece y cuya paciencia me da salud-; también sé que su mamá es renuente y alejada de las cuestiones de fe, de tradiciones, devociones y todo acto de culto, pero los pequeños van asimilando valores que hunden sus raíces en el Evangelio; pues llegó el 5 de enero y al pie del pino navideño (ni siquiera había “Nacimiento”) el chiquillo puso un plato y en él tres porciones –separadas- de dulces y galletas, afuera del plato tres letreros con el nombre de quienes llegarían a qué horas de la noche trayendo regalos: MeChor, GaZpar y BastaZar: “Mira, papá, les puse esto porque seguramente vienen con mucha hambre por tanto trabajo que han de tener”… TERCERA PERSONITA: Se llama Dulce María y aunque es mi sobrina siempre me da el trato de “papá”, eso me llena tanto el alma como todas las demás caricias que Dios me da; tampoco ha llegado a los doce de edad y ya desde el año pasado sabía perfectamente que los Reyes Magos etcétera-etcétera; el asunto es que ahora -2018- ella misma participó buscando y trayendo lo que recibió con dos días de anticipación: una bicicleta; y llegado el amanecer del día 6, dispuso lo que preparó y “sus Reyes Magos” nos trajeron a su mamá, a su tía, a otro tío y a mí: todo muy bien pensado, todo con un mensaje escrito, todo personalizado, todo con el cariño de los Magos de Oriente que llegaron hasta Jesús… HACE OCHO DÍAS comentaba que a mí no me habían traído nada los Santos Reyes, pero me desdigo reconociendo que a los adultos ya nos han traído mucho-y-bien en los pequeños, en los hijos y nietos que refrescan nuestros años, tenemos mucho-y-bien con disfrutar de sus ocurrencias tan llenas de lógica como de inocencia, con verlos crecer y constatar que poco a poco van asumiendo valores como la compasión de la primera personita, la solidaridad y hospitalidad de la segunda y la responsabilidad de la tercera: en los niños tenemos gran bendición… ESTOY RECORDANDO a un cantautor que se llama José Luis Perales, él ha escrito un tema titulado “Que canten los niños”, tal canción es apenas una muestra de tantas otras que a los adultos nos ayudan a redescubrir el valor de la inocencia, la fuerza de los pequeños, la esperanza que hay en los que vienen detrás de los que ya hemos disfrutado la vida y hasta malgastado sus posibilidades… LLEGAN A MI RECUERDO –confusos pero dulces- aquellos versos de Juan de Dios Peza (conocido como el “Poeta del Hogar”), en donde se evoca la inocencia de los hijos, sus sueños e ideales tan cargados de espontaneidad; creo que el poema se llama “Fusiles y Muñecas”: me daré a la tarea de buscarlo para disfrutarlo nuevamente… EL MIÉRCOLES 18 DE MARZO de 2015, el Papa Francisco decía de los niños: “Los niños nos recuerdan otra cosa bella; nos recuerdan que somos siempre hijos. Incluso si uno se convierte en adulto o anciano, aún si se convierte en padre, si se ocupa un lugar de responsabilidad, por debajo de todo esto permanece la identidad de hijo. Todos somos hijos. Y eso nos vuelve a llevar siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros, sino que la hemos recibido”; y así, habiéndola recibido, no hay mejor manera de agradecerla que cuidando la vida de los pequeños que se nos han confiado… SÉ MUY BIEN QUE mis lectores son adultos y que los niños no se darían cuenta si les agradezco todo el bien que me han hecho; y entonces –emulando a Antoine de Saint Exupéry, autor de “El Principito”- les agradezco a todos los que un día fueron niños por el bien que hicieron a los adultos, y les pido a todos los adultos que permitan y procuren que los niños les hagan todo el bien posible: nos hace falta, en serio…
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