Categorías: Firmas

Ángelus Dominical

P. Eduardo Lozano

LLEGARON LOS MAGOS de Oriente (¡exacto!, el capítulo 2 del evangelista San Mateo no señala que fueran reyes, y menos que fueran como los pintan en las películas fantásticas o en las revistillas de la farándula); y no me trajeron nada, na-da, N-A-D-A; inmediatamente los taché de tacaños, desatentos, puse mi cara de sope de antier y concluí que eran unos “codos”; me dispuse a meterme otro rato a la cama con el frío de mi enojo y la pesadez de mi tristeza… COMO POR ERROR VUELVO mi mirada hacia la cocina y ahí estaban: uno de pie y tres sentados en torno la pequeña mesa multimodal que lo mismo sirve para preparar los guisos de cuaresma que para tomar a prisa el desayuno cotidiano: ni cómo pensar que eran vecinos o paisanos o familiares: eran extranjeros, se notaban sencillos y su rostro parecía la más fresca y sabrosa ensalada jamás imaginada por chef alguno… EL QUE ESTABA DE PIE –digamos: el primero- tomó la palabra para darme un cordial y discreto saludo deseándome la paz; el segundo tuvo la gentileza de presentar a los otros tres y a sí mismo (a los tres yo ya los conocía por su nombre desde niño, pues los repetía casi por obligación en torno a cada 6 de enero, y por necesidad o juego en otras fechas del año); cuando me dijo su nombre lo repetí con asombro creciente tres veces y conforme lo repetía, yo mismo me llenaba de paz interior: ¿Abimael?, ¡¿Abi-mael!?, ¡¡¡A-bi-ma-el!!!… EL TERCERO DE AQUELLOS nobles visitantes me dijo que habían entregado sus regalos a Jesús, nacido de María, hace muuuuchos, muchos años, y que desde entonces infinidad de hombres y mujeres de buena voluntad –que ahora son sus colaboradores- habían seguido su ejemplo con tantos otros niños de diversas edades y no sólo a los recién nacidos; también me dijo que juguetes, ropa, mochilas, zapatos, dulces, han hecho las veces de oro, incienso y mirra; terminó por decirme que el objetivo sigue siendo el mismo: hacer felices a los pequeños, adorar a Dios en la sencillez de la inocencia… COMO EN UNA APRETADA síntesis telegráfica (si hablo del telégrafo bien se nota que yo nací a mediados del siglo pasado) por mi cabeza cruzan dos palabras y su respectivo significado: felicidad y tristeza, o sea, el gozo, satisfacción y seguridad por el bien recibido o alcanzado (eso es felicidad), y el dolor emocional por la carencia, pérdida o necesidad de un bien debido (eso es la tristeza)… YO ME PUSE TRISTE Y ENOJADO porque no me trajeron absolutamente nada (o sea: por ambicioso, pues Dios ya me ha dado muchos bienes y no me conformo), y tantos pequeños siguen siendo felices con un carrito de madera, una muñeca de trapo, un pelota de plástico, una bolsa de dulces; si, también hay niños que se ponen exigentes y molestos si no les trajeron un celular o una lap-top, o el aparatito para los dizque juegos de pantalla; lamentablemente todavía hay niños cuya diversión es un anticipo de la violencia pistolera que vivirán de adultos, ¡y yo: triste porque no me trajerona nada!… POR FIN TOMÓ LA PALABRA el cuarto y último de aquellos visitantes; con toda la nobleza y libertad de un rey (¡sí!: ¡nobleza y libertad!, nada de vileza ni esclavitud sino “Nobleza y Libertad”, características propias de reyes) se puso a explicarme tres cosas: 1) la necesidad que tenemos de encontrar auténticamente a Jesús para que no nos cargue la tristeza, 2) la grandeza que hay cuando buscamos la verdadera felicidad de los más pequeños y necesitados, y 3) la sabiduría y prudencia que nos hace falta para no secundar a los modernos Herodes que, con la hipocresía de supuestas buenas intenciones, buscan básicamente dos cosas: A) destruir el futuro cifrado en niños y jóvenes que pronto tomarán nuestro lugar, y B) confundir a los adultos para que apoyemos con leyes y recursos públicos sus infames artimañas… NO ME DIO TIEMPO DE ofrecer un cafecito o una galleta a aquellos cuatro sencillos y amables extranjeros que llegaron con las manos vacías pero que supieron llenar mi corazón: en un abrir y cerrar de ojos ya no estaban ahí -y conste que no son magos de circo- ellos son “Magos del Oriente” que saben descubrir la presencia de Jesús y siguen llevando a muchos hasta Él… DE PLANO QUE YO NO quiero ser como Herodes (rey tonto que se quedó chato, enojado y peor que triste: casi estoy seguro que murió peor de como vivió); hoy siento la necesidad de ser –al menos- como Abimael, cuyo nombre repetido en tres ocasiones me llenó de paz creciente y de seguridad inmensa; ya investigué su significado y veo que constituye todo un don y una tarea: “Dios es mi Padre”, así que a trabajar con toda nobleza y libertad, como hijo del Rey del Universo que soy, y que también eres tú…

Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México

Entradas recientes

La sociedad civil sin liderazgo

Ante la cerrazón del Congreso para imponer el sometimiento del poder judicial solo queda la…

12 horas hace

Cuerpo incorrupto

El hombre de hoy, perdido en el mundo del ocio, a duras penas puede tener…

12 horas hace

¿Qué significado tiene La Piedad de Miguel Ángel? 5 datos que te sorprenderán

Con sólo 24 de edad, Miguel Ángel esculpió La Piedad, obra de arte única, rodeada…

18 horas hace

Evangelio del día 22 de septiembre 2024: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos”

Un aspecto que san Marcos usa es la disposición de lugares, el anuncio ocurre en…

23 horas hace

¿Qué debo hacer si me siento triste? 6 consejos para vencer la depresión

Superar la depresión en la adolescencia es un viaje que requiere tiempo, esfuerzo y, en…

24 horas hace

¿Cuál pueblo?

Para que el cuerpo tenga vida sana, no pelean unos miembros contra otros, ni intentan…

2 días hace

Esta web usa cookies.