Los Papas León XIV, Juan Pablo II y Benedicto en sus vacaciones. Crédito: Vatican Media
Para millones de personas en el mundo, especialmente niños y familias, el verano representa un periodo de descanso, desconexión y renovación. Para los Papas, no es la excepción y, a lo largo de los años, han ofrecido diversas reflexiones sobre cómo vivir este tiempo con sentido espiritual y provecho.
Vatican News ha recopilado algunas de estas enseñanzas que invitan no solo al reposo físico, sino también a la contemplación, la amistad, el encuentro y el crecimiento interior.
Para los Pontífices, las vacaciones no deben verse únicamente como un tiempo de ocio vacío. San Pablo VI recordaba que este periodo puede ser una oportunidad para contemplar la belleza de la creación, a la que llamaba “el libro de Dios”: el mar, las montañas, los amaneceres, el cielo estrellado… todos estos elementos ayudan al ser humano a redescubrirse como criatura en medio de un universo maravilloso.
En 1973, el mismo Pablo VI advertía: “Procuremos que este tiempo libre, que llamamos vacaciones, no se gaste enteramente en disipación o egoísmo”. Propuso dedicar tiempo a lecturas provechosas, excursiones culturales y, sobre todo, a cultivar nuevas amistades y conocer realidades distintas a las habituales.
San Juan Pablo II, gran amante de la montaña, insistía en que las vacaciones son verdaderamente tales cuando permiten restablecer la armonía interior, vivir la alegría del encuentro con otros y fortalecer el espíritu. Durante el Ángelus del 6 de julio de 1997, afirmó que “uno de los valores de las vacaciones es encontrarse con los demás y compartir con generosidad momentos tranquilos, por el gusto de la amistad”.
También alertaba sobre los peligros de unas vacaciones marcadas por el consumismo o la evasión sin sentido, especialmente para los jóvenes. “El descanso puede ser saludable, siempre que no se escape de los criterios morales sanos ni del respeto por la propia salud y la de los demás”, dijo.
El Papa Benedicto XVI, por su parte, destacó la importancia de tener contacto con la naturaleza, sobre todo para quienes viven en entornos urbanos y acelerados. En 2005, durante el Ángelus en la región montañosa del Valle de Aosta, subrayó que el descanso estival es una oportunidad para el silencio, la oración y la reflexión, en un contexto familiar y sereno.
La naturaleza, decía, es un “libro maravilloso” que ayuda al ser humano a reconocerse como criatura, pero también como ser abierto a lo infinito, “capaz de Dios”.
El Papa Francisco llamó a vivir el verano como un “tiempo providencial” para buscar y encontrarse con el Señor. En el Ángelus del 6 de agosto de 2017, invitó a aprovechar las vacaciones para reforzar “las fuerzas del cuerpo y del espíritu” y profundizar en la vida espiritual incluso mientras se viaja.
También pidió no olvidar a quienes, por razones económicas, de salud o laborales, no pueden salir de vacaciones. A ellos, dijo, “que este tiempo les sea igualmente de alivio, alegrado por la cercanía de amigos y por momentos felices”.
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