Aunque muchas tradiciones cristianas desaprueban el sexo casual o prematrimonial, un estudio de Pew Research Center, en Estados Unidos, indica que la mayoría de los cristianos considera aceptable que, al menos en algunas circunstancias, los adultos consientan en tener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
El 62 por ciento de los católicos dice que el sexo casual entre adultos, aún si no están en una relación amorosa comprometida, es a veces o siempre aceptable.
Por supuesto que la cifra es mayor entre los ateos, pues el 95 por ciento de ellos dice que el sexo casual es algo correcto.
El estudio también señala que el 42 por ciento de los católicos considera aceptable que los adultos se intercambien fotografías sexualmente explícitas, cuando están de mutuo acuerdo.
Los datos estadísticos son fríos y ahí están: la mayoría de los católicos aprueba el sexo casual en ciertas circunstancias, lo que no significa que sea moralmente correcto.
Hemos de preguntarnos si las personas que viven en la promiscuidad sexual y con prácticas como el sexting, sobre todo en el mundo juvenil, son más felices en sus relaciones de noviazgos y en sus matrimonios.
Hemos de cuestionar también si el sexo casual tiene consecuencias en las vidas de las personas.
He conocido muchachos que, a edad temprana iniciaron su vida sexual y, después de unos años, tenían una considerable lista de parejas sexuales.
Algunos de ellos me han contado que el sexo, para ellos, poco a poco se fue convirtiendo en una especie de pasatiempo o de actividad como si fuera un deporte.
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Mary Beth Bonacci explica que cuando una persona pierde su virginidad, se forma un fuerte vínculo con la otra persona. Sin embargo con frecuencia la relación termina y, con ella, también se rompe el vínculo afectivo.
Las reacciones ante esta ruptura del “amor” es diversa en cada persona. Algunos reconocen que el sexo no es el lugar adecuado para buscar el amor que necesitan y, para encontrarlo, lo buscan en Dios, en sus amigos o en su familia.
Hay otra clase de jóvenes que, después de su fracaso amoroso, vuelven a buscar el amor en el sexo. La relación amorosa eventualmente termina y el vínculo emocional vuelve a romperse.
El mismo círculo se repite de nuevo y es cuando empieza el corazón a endurecerse. Saben que las experiencias pasadas los han dejado heridos, y no quieren ser nuevamente lastimados.
En el sexo casual entregan su cuerpo pero ya no se entregan ellos mismos. Cada vez que se rompe una relación con la pareja, el corazón se vuelve más frío.
De esa manera pierden la capacidad para establecer un vínculo emocional con otra persona.
Podemos compararnos con un trozo de cinta adhesiva, dice Bonacci. Si adherimos la cinta a nuestro brazo y después la arrancamos de la piel, nos va a doler.
Si la pegamos y la despegamos, una y otra vez, cada vez el dolor es menor.
Así como la cinta adhesiva va perdiendo su capacidad de sujetarse debido a las veces que ha sido arrancada, así sucede también con el corazón de las personas en el sexo casual.
La persona se vuelve promiscua y sin capacidad de apegarse emocionalmente a alguien durante la actividad sexual.
Muchas personas que tienen esta experiencia llegan a pensar que el amor ya no les importa, y que ahora el sexo casual es lo que hay que practicar como diversión.
Evidentemente que casarse con una persona que ha tenido muchas relaciones sexuales con diversas parejas antes del matrimonio es un riesgo enorme, peligroso diría yo.
En una relación matrimonial se necesita establecer ese vínculo emocional fuerte que ayuda a mantener unidos a los esposos.
Sin embargo, si uno de los cónyuges no tiene esa capacidad, lo más probable es que siga su vida de sexo casual fuera del matrimonio.
A veces me visitan jóvenes que me comparten que han sido sexualmente activos con varias parejas. A pesar de eso, en el fondo de sus corazones anhelan formar un matrimonio y tener hijos.
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Yo les advierto del peligro que el sexo casual tiene para su vida futura: si una persona soltera se ha habituado al sexo con múltiples parejas, lo más probable es que no pueda permanecer fiel en la vida conyugal y aquello termine en un fracaso.
A pesar de que vivimos en sociedades hipersexualizadas y con altos índices de divorcio, las personas que practican el sexo casual y son promiscuas no están irremediablemente perdidas.
Muchas veces la actividad sexual compulsiva es expresión de una necesidad de dar y recibir amor real, aunque esa necesidad esté reprimida y la persona no tenga conciencia de ella.
Conozco mujeres que se dedicaron a la prostitución y, después de muchos años, pudieron salir de ese mundo oscuro y enderezar sus vidas.
Con la gracia de Cristo recuperaron su dignidad, su capacidad de amor real y ahora son felices con sus familias.
Alguien que ha perdido su capacidad de vincularse emocionalmente puede encontrar la sanación en Jesucristo para su capacidad de dar y recibir amor real.
Cuando hay sincero arrepentimiento y deseo de vivir una vida casta, nunca es tarde para volver a Dios, a los amigos y a la familia y así satisfacer la necesidad profunda de amor que tenemos.
No será fácil ni rápido restablecer la capacidad de vinculación emocional, pero será posible con la gracia de Dios.
Los artículos de opinión son responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
Artículo publicado originalmente en el blog del P. Eduardo Hayen
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