A pesar de que es uno de los actores más importantes en la historia de la Salvación, san José aparece muy poco en las Sagrada Escritura. No obstante –explica Alberto Quiroga, comunicador y conferencista católico- en esos pocos pasajes podemos conocer a profundidad los valores del padre adoptivo de Jesús y esposo de la Virgen María, sobre todo su profunda fe y su confianza en Dios.
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“Sin conocerse una frase de san José, se puede saber mucho de lo que hizo y de cómo lo hizo”, dijo el también colaborador habitual de esta publicación, quien destacó la capacidad del santo de predicar con el ejemplo, obedeciendo siempre los designios de Dios, sin cuestionarlos.
“La de san José es una fe absoluta. A él lo definen de una manera muy precisa y muy sucinta como santo, es decir, aquél que quiere llegar con Dios.
Esa fe que tiene, esa confianza plena, es digna de admirarse, es una fe tal que, para los que no estamos preparados, hasta puede llegar a asustar”.
San José supo interpretar la voluntad que Dios le manifestó en sueños, y decidió aceptarla sin condiciones. Esta confianza la demostró, por ejemplo, cuando aceptó el plan de Dios de desposar a María y ayudarle en la crianza del Hijo de Dios.
“San José aceptó el mandato del Señor, y al hacerlo, la ayuda divina lo asistió. El ángel le dijo: “José, no temas recibir a María tu mujer, porque el Hijo que ha engendrado es del Espíritu Santo”.
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“Después, cuando Herodes quería matar a Jesús, Dios le pidió que se fuera a Egipto y él obedeció. Imagínate, en otro país, sin conocer a nadie, y Dios le dijo ‘sabes qué, muévete, deja todo y ve a un lugar lejano’”, destacó el entrevistado.
Alberto Quiroga agregó que la fe inquebrantable que san José muestra en los Evangelios, está fundamentada en hechos y no en palabras, algo que los padres debemos aprender y aplicar en la formación de nuestros hijos.
“La formación se da en familia y es algo que nosotros, los que somos padres, debemos de tener muy claro, porque en la manera en que tú te vas comportando, tus hijos se van formando”.
“Nuestros hijos no le dan tanto peso a las palabras que les decimos, sino a nuestros actos. Por ejemplo, es increíble que muchos padres quieren mandar a sus hijos a Misa, pero ellos mismos no vayan. Eso es predicar con el ejemplo, pero para mal”.
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