El enojo es una emoción normal y por lo general, saludable. No obstante, cuando perdemos el control de esta emoción y se vuelve destructiva, puede ocasionar muchos problemas en las relaciones familiares y en la calidad general de vida. Puede hacernos sentir a merced de una emoción impredecible y poderosa que no sabemos contener. El enojo es un verdadero problema cuando no se sabe reconocer, expresar y canalizar. Por eso tenemos que ayudar a nuestros hijos a manejarlo adecuadamente. Para ello sugerimos:
Dios nos creó seres con emociones, las cuales nos ayudan a darnos cuenta de lo que está pasando a nuestro alrededor. El enojo, en particular, muestra que hay un problema. Revela cosas que están mal y que nos hacen sentir mal. Algunas de estas cosas se encuentran dentro de nosotros y requieren que ajustemos nuestras expectativas. Otros problemas están fuera de nuestro control y necesitan ser tratados de manera constructiva.
Los niños no saben reconocer el enojo (y nosotros los adultos tampoco); muchas veces hacen un teatro antes de darse cuenta de que se sienten enojados. Enseñarles a identificar las señales físicas previas, como cuerpo tenso y mandíbula apretada, los ayuda a estar más conscientes de sus sentimientos.
Enseñar a nuestros hijos con el ejemplo a tomar unos minutos para calmarse, a separarse de la situación que está siendo difícil y estar a solas unos minutos.
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