La catequesis debe ser un espacio seguro para los niños. Foto: Especial.
En la búsqueda de entender qué es un espacio seguro dentro de la Iglesia, es fundamental preguntarnos qué significa la Iglesia, pues no es solo un espacio físico, sino un lugar donde podemos experimentar un encuentro profundo con Dios, un espacio teologal donde la presencia de la Trinidad nos acompaña y nos cuida de manera personal, señaló Reina Camji, profesora en Teología por la Pontificia Universidad Católica de Argentina.
En la tercera conferencia dentro de la Semana del Buen Trato, Reina aseguró que la catequesis, en particular, no es solo una práctica educativa, sino un espacio teologal. “Esto significa que es un lugar donde nos encontramos con Dios en lo más profundo, donde Jesús nos llama por nuestro nombre y nos invita a definir nuestra relación con Él”.
Resaltó que un espacio seguro en la Iglesia es aquel donde nos sentimos escuchados, valorados y protegidos, porque debe ser un lugar libre de juicios y de discriminación, donde podemos abrir nuestro corazón sin temor a ser juzgados.
“La catequesis, por ejemplo, no es solo un salón ordenado, sino un corazón dispuesto a cuidar, donde el catequista actúa como un acompañante que ayuda a que el niño o la persona pueda habitar la iglesia en su totalidad: física, emocional, espiritual y relacional”, aseguró Reina.
Este espacio también implica que en la comunidad podemos expresar nuestras penas, dolores, traumas y problemas, confiando en que Dios y la comunidad nos escuchan y nos acompañan en nuestro proceso de crecimiento y sanación, explicó la especialista.
Añadió que es importante recordar que la actitud de los catequistas y sus palabras son muy importantes pues tienen un impacto profundo, pues en el caso de los niños, es el primer contacto que tienen con Jesús.
“Es una cosa tremenda y fascinante, pero también peligrosa si lo tomamos a la ligera o, peor aún, si creemos que somos lo suficientemente importantes como para cambiar la vida de los demás. La centralidad en la catequesis es que Jesús es quien realmente transforma la vida del niño y del que recién ha comenzado su camino en la fe. Nosotros somos instrumentos, pero la verdadera fuerza y cambio vienen de Él”, aseguró durante su ponencia.
Resaltó que un espacio seguro en la iglesia es aquel donde podemos encontrarnos con Jesús en lo personal, en relación con Él y con la comunidad, “en un ambiente que promueve la dignidad, el respeto y el cuidado mutuo. Es un lugar donde la misericordia de Jesús se hace presente y donde cada uno puede experimentar su amor transformador”.
Asimismo, Reina Camji puntualizó que el catequista cumple una triple función: es maestro, compañero de camino y guía espiritual. Su testimonio de vida, su actitud acogedora y su cercanía son claves para acompañar a los niños en su proceso de crecimiento en la fe.
Ante ello invitó a los catequistas a buscar la gracia de Dios para convertirse en instrumentos de paz y amor. Solo desde una fe vivida con coherencia, alegría y entrega es posible transmitir el mensaje del Evangelio de manera efectiva y transformadora.
“La misión del catequista es, ante todo, una vocación que requiere apertura al Espíritu Santo y disposición constante para servir con amor a los más pequeños”, concluyó.
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