Los adultos deben entender que los jóvenes buscan ser escuchados y comprendidos, por lo que deben estar abiertos a escucharlos con respeto. Foto Especial.
Es común que muchos intentos de un adulto para acercarse y escuchar a un joven sin criticarlo, en especial de los padres, se vean frustrados debido a la diferencia de pensamiento que existe entre ambos, pero sobre todo a la cerrazón de los mayores para escuchar sus preocupaciones y tratar de entenderlos.
Por ello, si un adulto pretende buscar entablar un diálogo fructífero con un joven, lo primero que debe hacer es prepararse emocional y espiritualmente, además de estar dispuesto a escucharlo con respeto, para conocer a fondo cómo se siente y a partir de ello poder orientarlos y ayudarlos a sobreponerse a cualquier situación que estén enfrentando.
A lo largo de su vida los jóvenes viven emociones intensas que muchas veces no saben cómo expresarlas, por ello es fundamental que los adultos fomenten un diálogo emocional abierto y sin juicios, ya que ello les proporcionará una herramienta fundamental para su desarrollo, saber expresar lo que siente.
“Si un joven no encuentra un espacio seguro para hablar de lo que sienten, pueden desarrollar ansiedad, frustración, baja autoestima e incluso patrones emocionales que se arrastran hasta la vida adulta”, advierte el doctor Carlos Olmos Hernández, coordinador de innovación del Centro de Rehabilitación Oceánica.
El especialista reconoce, en un artículo publicado en el sitio web del centro, que no siempre es fácil, sobre todo para los padres y madres, hablar de las emociones con los jóvenes, porque muchas veces, “por querer ayudar, terminamos diciéndoles cosas que los hacen cerrarse más”, por lo que es importante entender que lo que más necesitan “los adolescentes es sentirse escuchados, validados y comprendidos, no corregidos o juzgados”.
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En este sentido, Olmos Hernández propone una estrategia de cinco puntos que ayudarán a un adulto a crear un espacio emocional seguro y respetuoso para el joven que le permite hablar con confianza.
Ana Gertrudis Segundo Mejía, licenciada en Psicología con maestría en Tanatología, plateó que la mejor manera de acercarse a un joven y establecer con él una conversación con la que no se sienta atacado es implementando una escucha activa que permite que las relaciones interpersonales se fortalezcan pues se fundamenta en la empatía por el otro.
“La escucha activa es un método en el que la persona que va a escuchar lo hace de manera activa, como lo dice el nombre, es decir, es una comunicación asertiva en la que se acepta del otro lo que va a decirle, sin juicios, tratando de tener la mayor concentración de sus palabras, pero sobre todo lo que busca la escucha activa es comprenderlo emocionalmente, con mucha empatía y el querer ponerse del otro lado”, indicó Segundo Mejía.
Es decir, continuó, la escucha activa nos permite colocarnos en un punto más o menos neutral para poder escuchar al joven que tengamos enfrente y nos ayuda a que nosotros podamos comprenderlo y evitar los errores comunes de la comunicación, por ejemplo, los malentendidos derivados del suponer que si el joven muestra un enojo es porque lo “está conmigo”.
La también evangelizadora de tiempo completo del Regnum Christi México destacó que para poder orientar a los jóvenes y evitar criticarlos es fundamental que luego de escucharlos tratemos de conocer el origen de sus emociones y sentimientos, pues ello nos permitirá conocer aún más la situación en la que se encuentran.
“Si un joven me está diciendo algo y suena enojado, no es que esté enojado conmigo, sino que está mostrando su enojo y lo que buscamos en la escucha activa es comprender la raíz de ese enojo; si estamos escuchando un joven que está triste es también tratar de comprender su tristeza y de dónde viene esa tristeza, es buscar la raíz”, indicó.
Y esto se logra, aseveró, si estamos dispuestos a escuchar lo que dice el otro, a guardar silencio, a ver lo que con su lenguaje corporal, con sus ojos y con su tono de voz nos está diciendo, porque “si el joven está diciendo que está alegre, pero vemos que su cuerpo se nota sin energía, que no te mira bien a los ojos, sino al piso, por ejemplo, eso nos está hablando más que su lenguaje verbal”.
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Si estamos dispuestos a sostener una plática con un joven, recomendó la especialista, lo primero que debemos hacer es quitarnos los prejuicios y no pretender entablar un diálogo con él creyendo saber qué es lo que tiene sin antes escucharlo.
Precisó que el estar “dispuestos a escucharlo” significa que en todo momento debemos estar atentos de lo que dicen, mirarlos directamente y no distraernos con nada, además de que se debe llegar preparado emocional y espiritualmente, con la convicción de que estar listo a pasar un tiempo con él para conocer qué le está pasando.
“La escucha activa se trata de que escuches lo que va a decir el otro, en este caso el joven, que te quites esos prejuicios, que sí sepas de qué va a hablar, que dejes que el otro exponga lo que tiene que decir y lo escuches con respeto.
“El adulto tiene que escuchar en silencio, con la atención plena, sin el teléfono, sin la televisión prendida, sin distracciones, quieto, con disposición también en su cuerpo, es decir, que no se esté moviendo, que esté viendo a la persona a los ojos, que esté en una posición que invite a que el otro se sienta en confianza de hablar, relajado”, aseveró.
Uno de los aspectos que frena cualquier intento de acercamiento de un joven con un adulto es el que no se le deje hablar, se le interrumpa constantemente y se le quieran imponer algunas ideas contrarias a lo que ellos piensan
Por ello es fundamental que quien escucha al joven debe estar relajado y con ganas de escucharlo realmente y en el momento en que le toque responder a sus preguntas o inquietudes lo haga de manera serena, además de evitar cuestionamientos y críticas.
“Cuando un adulto los escucha y a cada rato lo está interrumpiendo o no queriendo contestar a sus preguntas o queriendo debatir todo, es ese un error. Por eso el joven se cierra, por eso se siente atacado, porque el adulto le quiere debatir, le quiere poner sus ideas, no se trata de que el adulto le imponga ideas al joven, porque é ya tiene sus propias ideas y su vivencia”, apuntó.
“Es importante”, puntualizó la tanatóloga, “que para que el joven no se sienta atacado, criticado, que uno como adulto lo escuche con tranquilidad, con disposición, que los deje hablar, no los interrumpa, que los mire con respeto”.
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