Ante la desobediencia, berrinches o mala conducta de sus hijos, los padres recurren a gritos y amenazas como una herramienta de corrección; sin embargo, ese no es el mejor método de crianza, pues afecta la autoestima de los pequeños y se pierde el respeto a los padres.
“Cuando una figura de autoridad grita, es porque ha visto limitadas sus posibilidades de hacerse entender u obedecer. Los medios más adecuados son a través del acuerdo, el convencimiento, la negociación y platicar sin exaltarse”, comenta Sandra Delgado López, maestra en psicología infantil y colaboradora de Cenyeliztli.
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La Universidad de Pittsburgh y la Universidad de Michigan elaboraron un estudio que se publicó la revista Child Development, en el que entrevistaron a casi mil familias compuestas por padre, madre e hijos de entre 13 y 14 años. El 45% de las madres y el 42% de los padres admitieron haber gritado y en algún caso insultado a sus hijos.
Para los adultos, un grito o una amenaza pueden resultar inofensivos; en cambio, en los niños pueden provocar afectaciones a nivel psicológico e influir en su comportamiento, agrega la especialista.
“Los hijos van aprendiendo que los gritos son una forma de comunicarse, pero también de dominio. Esto afecta el desarrollo de sus habilidades sociales, pues usarán los gritos o las amenazas para hacerse escuchar con sus padres, profesores, compañeros y amigos”. Además, explica Delgado López, los gritos recurrentes y con determinada intensidad, generan un ambiente de tensión y estrés que expone a los hijos a sufrir ansiedad e hipersensibilidad en situaciones que para otros pueden ser manejables y comunes, como los exámenes o competencias deportivas.
“Diversos estudios han comprobado que el estrés recurrente limita las capacidades cognitivas de los niños, afectando su capacidad de atención y memoria”.
La autoestima se ve afectada, pues hay niños que se vuelven sumisos o tienen una pobre opinión de ellos mismos; o bien responden con violencia ante situaciones que interpretan como hostiles o amenazantes para ellos.
“El estilo de crianza está ligado a la personalidad de los papás, y por ello, a su historia de vida que incluye la manera como fueron educados. Por tanto, este tipo de crianza puede corregirse en la medida en que los padres se den cuenta que no es la manera adecuada de educar a sus hijos y su compromiso para cambiar las conductas nocivas”, explicó.
La especialista asegura que el primer paso es que los papás controlen la ira y pongan el freno cuando pierden el control.
“Es mejor cultivar el respeto y no gritar, ya que el efecto de levantar la voz se pierde cuando son adolescentes, pues ya no hay miedo y menos respeto, pues siempre se les trató así”, considera.
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