En los últimos años se han acercado a mí algunas madres y padres de familia llenos de angustia porque descubren, a través de las redes sociales, que la vida de sus hijos no es como la imaginaban, que en muchos casos, tienen hijos con depresión.
Una madre de familia, por ejemplo, supo que su hijo adolescente estaba planeando su suicidio. Otra mamá encontró este mensaje de su hija en Facebook: “Estoy feliz de compartir que me identifico como no binarie y que oficialmente cambiaré mi pronombre a elle”.
Y otros papás descubrieron a su hija adolescente que se había citado en el parque con un hombre desconocido.
La crisis de la adolescencia está más álgida que nunca. Son muchos los que tienen depresión y se autolesionan debido a graves heridas emocionales.
En muchos casos sus comportamientos están influenciados por la presión de los grupos a los que pertenecen: lo que sucede en el equipo deportivo, en el salón de clase o en el grupo de amigos condiciona fuertemente sus conductas y se hace un contagio social.
Desgraciadamente se hipersexualizan para ganar la aceptación de los demás. La moda trans, por ejemplo, está ejerciendo una enorme presión a los adolescentes, sobre todo a las chicas para cambiar de sexo. En los últimos años los casos de niñas que quieren ser hombres ha crecido de modo alarmante.
Desde el año 2010, las crisis de los adolescentes se hicieron severas. Se dispararon desproporcionadamente los índices de suicidio, depresión, ansiedad y mutilaciones.
En esos años también aparecieron en el mercado las redes sociales. Y con ellas se multiplicaron fenómenos como el sexting –intercambio de fotos o videos eróticos de uno mismo–; grooming –acoso a los menores para obtener contenido sexual–; stalking –acoso obsesivo hacia una persona–; sextorsión –chantaje para publicar contenido sexual de la víctima–; y cyberbullying –daños repetitivos para causar angustia emocional en otra persona–.
Nuestros adolescentes no están preparados para enfrentar estas experiencias y muchos de ellos terminan en el psiquiátrico.
El tiempo promedio que pasa un niño o un adolescente en pantalla es de nueve horas diarias, sin contar el tiempo de la escuela. Estamos hablando de 14 o 15 horas al día, lo que es demencial. Esto los lleva a vivir la mayor parte de su tiempo en un mundo virtual, muchas veces fuera del mundo real.
Pasan mucho tiempo aislados de sus familias, conectados online hasta altas horas de la noche.
Evidentemente que sus vidas serán más irritables y experimentarán más fatiga. Si además tomamos en cuenta que la edad promedio en que los niños y adolescentes comienzan a ver pornografía es a los 11 años, nos damos cuenta de que muchos de ellos viven una adolescencia degradada. No merecen una vida así.
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Los padres de familia son quienes deben hacer algo para salvar a sus hijos. ¿Cuánto tiempo de calidad están con ellos? El adolescente necesita sentirse acompañado en esa difícil etapa de su vida.
Los padres deben crear momentos de encuentro, cara a cara, y generar un ambiente de confianza.
Recuerdo que en mi familia siempre nos sentábamos a la mesa para comer juntos y para conversar. Muchas familias hoy no tienen la alegría de compartir la mesa.
Hay padres que creen que son buenos padres porque proporcionan bienes materiales a los hijos creyendo que eso los hace felices, lo que es un gravísimo error. Deben aprender a escucharlos a cada uno, interesarse por su pequeño mundo, elevarles su autoestima reconociéndoles sus logros.
De otra manera, los hijos crecerán con graves vacíos emocionales. La mejor manera de sacar a un hijo de la depresión es estar con él.
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La educación de los hijos en el control de la propia voluntad es fundamental y para ello es precisa una disciplina que se traduce en reglas concretas dentro del hogar.
Establecer al menos una comida juntos y tener horarios para levantarse y descansar es fundamental, así como el aseo del cuarto y de la casa.
Enseñar a los hijos el uso apropiado de internet es un deber de los padres. Una buena regla es dejar los celulares a un lado mientras se come juntos.
Pero también es importante que los hijos observen que sus padres tienen control de ellos mismos en el uso del celular. ¿Quién podrá enseñar a su hijo a dominarse a sí mismo cuando el hijo ve que su padre es un maniático cibernauta?
Otra regla básica es no permitir a los hijos tener sus celulares en su habitación durante la noche. Así descansarán mejor.
Los padres también han de enseñar a sus hijos a socializar. Hay que sacarlos de su encierro. Tener muchos “like” o muchos seguidores en redes sociales no es fuente de autoestima ni señal de auténticas amistades.
La amistad verdadera se da en relaciones en el mundo real. Si los padres se interesan por saber quiénes son los amigos de sus hijos; si procuran que los hijos se encuentren con ellos, que se vean y conversen, que profundicen en la amistad, les estarán haciendo un gran servicio. Habrá que estar atentos para que entre ellos crezcan en fortaleza, en virtudes y no se hagan daño.
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Un buen padre o una buena madre debe ser firme ante la ideología de género. La ideología del arcoíris sexualiza a los niños y adolescentes y no debe entrar en casa.
Los chicos viven hoy en un mar tempestuoso donde no se sabe qué es el bien y qué es el mal. Carecen de faros y brújula. Si la ideología LGBT entra en la mente de los adolescentes, éstos habrán caído en desgracia y se comportarán como si vivieran dentro una secta, con conductas de alto riesgo, con tal de sentirse aceptados por el colectivo.
La familia natural seguirá siendo el gran punto de referencia para la felicidad de una sociedad.
Mientras que el mundo navega en la oscuridad, la luz de la Verdad –Cristo mismo– debe brillar en los padres. Uno de los antidepresivos más poderosos es la presencia de Dios en el hogar. El desarrollo espiritual de los hijos, el ayudarles a conectar con Jesús, la oración en familia y el alimento de los sacramentos brinda un crecimiento impresionante para todos.
La gracia de Dios es la mejor fuente de paz interior y la mejor medicina.
Nota del editor: Los artículos de opinión son responsabilidad del autor.
Texto publicado originalmente en el Blog del padre Hayen.
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