El próximo 1 de julio estaremos celebrando una de las elecciones más grandes de nuestra historia, en la que habrán de definirse más de tres mil cargos de elección popular a nivel local y federal, entre ellos el de Presidente de la República; también se renovará el Congreso de la Unión, ocho gubernaturas y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Ese día, millones de mexicanos, conscientes de la importancia de su libre participación en la construcción de una verdadera democracia, acudirán a las urnas para ejercer su derecho a votar; sin embargo, otros tantos decidirán no sufragar, motivados en su mayoría por la falta de credibilidad en los candidatos y en los partidos políticos a los que representan.
El abstencionismo sigue siendo el enemigo a vencer en estas elecciones, pues por más propaganda que se ha hecho en nuestro país a favor de acudir a las urnas, las estadísticas continúan arrojando que el número de personas que se abstendrán de emitir su voto se mantendrá en el rango de las últimas dos elecciones presidenciales, 2006 y 2012; es decir, alrededor del 40 por ciento.
La Iglesia Católica en México, preocupada por esta lamentable realidad, en ningún momento ha dejado de motivar a sus fieles a participar cívicamente en este proceso electoral, formando o fortaleciendo su consciencia en el sentido de que “entre más ciudadanos participen organizadamente en las elecciones, más posibilidades habrá de que nuestra sociedad madure y sea corresponsable en la gestión del bien común”.
Y así es, como han dicho nuestros obispos en su mensaje con motivo de las elecciones 2018, sólo la presencia participativa, de manera constante y solidaria en la vida de nuestro país, podrá desterrar gradualmente la violencia, la corrupción, la impunidad y muchos otros flagelos sociales que no nos permiten avanzar como nación.
Es momento de mostrar nuestro firme compromiso con México; es momento de vencer el abstencionismo que pone en riesgo de colapso nuestra incipiente democracia, y como dicen nuestros pastores, es momento de “participar para transformar” y de trabajar sin desfallecer, siempre de la mano de Santa María de Guadalupe.
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