El pasado lunes 9 de marzo, millones de mujeres detuvieron sus actividades como una forma de protesta en contra de la violencia de la que son víctimas todos los días. Una violencia que hasta hoy parece imparable, y que no ha recibido la prevención ni la atención necesarias pese a su dimensión.
¿Qué nos dejó como sociedad el paro de mujeres? Sin duda muchas cosas, pero la más importante es que la respuesta a este problema no puede ser la división.
La violencia contra la mujer es una problemática que va al alza. De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública sobre feminicidios, en 2019 fueron reportados 980 casos, aunque organizaciones ciudadanas señalan que fueron muchos más.
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Y no queda solo ahí. Los datos de la última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares destacan que dos terceras partes (66.1%) de las mujeres de 15 años o más, reconocieron haber experimentado por lo menos un incidente de violencia a lo largo de su vida: 49% ha sufrido violencia emocional; 34% ha sido víctima de violencia física, y 41.3% sufrió violencia sexual. Nos debe quedar claro que sin un freno a la impunidad, el abuso y la violencia continuarán.
Este es un problema que nos atañe a todos: a hombres y mujeres –iguales en dignidad- y que debe unirnos, no separarnos. Es un problema cuya solución parte desde luego del reconocimiento de los hechos, pero sobre todo, de nuestras coincidencias, de la comunión entre mujer y varón en la sociedad y en la familia.
El Cardenal Carlos Aguiar, en su homilía del domingo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, dejó en claro que ni los varones solos ni las mujeres solas pueden dar testimonio de lo que es Dios, sino solamente juntos, en relación.
“Si estamos en confrontación no podemos ser luz, no podemos ser transparentes, no podemos ser esa blancura que nos permite encontrar el verdadero camino”, dijo.
El paro nacional del 9 de marzo y otras muchas actividades alternas –como las Horas Santas exclusivas para mujeres en parroquias- nos lanzan un claro mensaje de la enorme relevancia que tiene la mujer en la sociedad, y de que la solución al problema no debe quedar únicamente en la sensibilización hacia el problema. Mujeres y hombres debemos unirnos para, desde nuestra complementariedad, construir el camino a una sociedad en paz, en la que se respete la dignidad de todo ser humano.
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