La realidad actual, colmada de conflictos, clama por el diálogo como herramienta indispensable para sanar divisiones, tender puentes y construir un futuro de esperanza. Desde nuestra misión como Iglesia católica, promoveremos todos los esfuerzos necesarios para establecer este diálogo sincero y constructivo con todos los actores de la sociedad: gobierno, sociedad civil e iglesias de diversas nominaciones.
Hoy México nos urge a la unidad y el restablecimiento de la paz.
Esta semana pudimos contemplar un gesto significativo de la presidenta de México al acudir a la 117 Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) para dialogar con los obispos del país.
En este encuentro se pudieron escuchar mutuamente y compartir las preocupaciones más urgentes que aquejan a nuestros pueblos. Este espacio, marcado por el respeto y la apertura, es un hecho que pudiera distinguir positivamente las relaciones entre el gobierno federal y la Iglesia, al ser el primer acercamiento directo entre el nuevo gobierno y los obispos de México.
Monseñor Ramón Castro, recién nombrado presidente de la Conferencia episcopal mexicana, ha manifestado en varios medios que este diálogo representa un signo de esperanza, pues se han tendido puentes que ayudarán a compartir con respeto nuestras posturas respecto a temas cruciales como la migración, el cuidado del medio ambiente, la defensa de la vida, la educación y, sobre todo, la seguridad.
Los pastores y servidores del pueblo de Dios han alzado la voz en muchas ocasiones para cuestionar las estrategias y resultados en materia de seguridad.
Esta semana presentaron un compendio de todos las declaraciones, acuerdos, mensajes y exhortaciones pastorales que los obispos de México han publicado en los últimos 60 años respecto a la justicia y la paz. En ellas se puede ver reflejada su preocupación constante por iluminar el camino de la paz.
Sabemos que la reconstrucción del tejido social es esencial para que exista una paz justa y duradera, y como Iglesia nos hemos de comprometer, a todos los niveles, a ser artesanos de paz.
Por ello, desde nuestra identidad como peregrinos de esperanza, caminamos junto a quienes sufren, nos esforzamos por ser una Iglesia en salida, abierta a todos los sectores, y nos comprometemos a seguir tendiendo la mano a quienes trabajan por el bien común.
También nos comprometemos a priorizar siempre el diálogo con todos los sectores y, como parte de la sociedad, hacemos un llamado a que sea el diálogo la guía para trabajar por el México que queremos.
Que Dios nos guíe en este camino, y que Santa María de Guadalupe, nuestra Madre, interceda por un México más justo, seguro y lleno de esperanza.
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