Este 3 de octubre, miles de personas saldrán a las calles a manifestar públicamente que es necesario proteger a la Mujer y a toda Vida. A la Mujer, porque no es justo que haya sido relegada en temas políticos, sociales, laborales, científicos, y tantos otros en los que está llamada a aportar su feminidad a este mundo, con todo el talento e inteligencia que tiene; y a toda vida, porque no debe caerse en un falso debate entre los proyectos de la mujer y la vida que está naturalmente preparada a desarrollar en su vientre.
Así como la más bendita de las mujeres, la Virgen María, dio un Sí a Dios para convertirse en madre, a pesar de tener todas las circunstancias en contra, las mujeres pueden dar un Sí a la Vida, y la Sociedad debe dar un Sí a las mujeres, a la que tiene vocación para la soltería, y la que se casa, a la que decide trabajar y dedicar sus talentos al servicio profesional, y la que dedica gran parte de su vida a cuidar de una familia y de sus hijos; a la que mantiene un hogar con su esfuerzo y a la que lo hace acompañada de su esposo. Todas merecen el amor de la sociedad, pues Dios ya les ha amado desde antes de que nacieran.
La Marcha por la Mujer y la Vida nos sacude, nos despierta de nuestra comodidad, y nos dice, de frente, que nos toca a cada uno de nosotros hacer algo, por las mujeres y por la protección a la Vida. No basta con opinar, no basta con marchar, hay que actuar.
Médicos, científicos, profesores, políticos, jueces, artistas, deportistas, obreros, empresarios, líderes religiosos; todos, absolutamente todos, estamos llamados a aportar, cada uno desde su propia trinchera, lo que le toca, para fortalecer la agenda de protección a la Mujer y a la Vida.
Los frutos pueden ser muchos en una red social gigante, si todos aportan lo correspondiente. Ese es el acuerdo social al que estamos llamados los católicos, los fieles laicos en el mundo. No es válido dar una opinión y continuar la vida como si no nos afectara en nada la realidad social; siempre hay alguien a quién ayudar, siempre hay investigaciones y leyes qué mejorar para evitar la injusticia. Nadie puede derrotarse por una realidad que puede ser cambiada y mejorada, por los y las más vulnerables.
Nuestra sociedad debe convertirse. Para proteger a cada mujer embarazada, cada hombre debe asumir su responsabilidad y la de la vida naciente, pues es su propio hijo quien está creciendo en el vientre de ella; y la mujer requiere del amor y de compañía del varón. El Papa Francisco nos recuerda: “A los padres, Dios les concede el gran privilegio de elegir el nombre con el que Él llamará cada uno de sus hijos por toda la eternidad.”
Existen signos positivos que resaltan la belleza y la altísima dignidad de la vida. Numerosas personas, grupos y organizaciones emprenden iniciativas de ayuda y apoyo a las personas más débiles; muchos esposos acogen la vida de sus hijos con gran alegría y responsabilidad; existen muchos gestos cotidianos de acogida, sacrificio y cuidado desinteresado en las familias, hospitales, orfanatos y asilos. Existe también una sensibilidad contraria a las guerras, aversión a la pena de muerte y acciones por el planeta.
Recordemos siempre estas importantes palabras del Santo Padre Francisco: “A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de tu maternidad. Ese niño merece tu alegría.”
El cristiano tiende a la alegría porque se sabe amado, escuchado y perdonado por Dios……
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