Históricamente, la Iglesia ha tenido un papel fundamental en la atención a los más necesitados. Jesús fue revolucionario porque le tendió la mano a sectores de la sociedad que eran ignorados y descartados. Hoy, más de 2000 años después, esta labor continúa siendo un eje central de la Iglesia que Él mismo fundó.
Este sábado, en la Misa con la que culminó la peregrinación anual de nuestra Arquidiócesis de México, el Cardenal Carlos Aguiar Retes habló en su homilía de dos objetivos para esta Iglesia particular: fortalecer nuestra convicción como discípulos y establecer instancias de servicio a los más necesitados.
“Toda comunidad parroquial debe ofrecer a su feligresía no sólo el indispensable servicio del Culto Divino, sino también las estructuras de servicios para responder a las variadas necesidades de los fieles, sea en la formación de su fe, o en la ayuda a los miembros más necesitados de la sociedad”, dijo el Arzobispo de México.
Estos dos objetivos consolidan nuestra misión como Iglesia, pues ser discípulo de Cristo significa dar testimonio, vivir los valores del Evangelio de forma pública, y estos valores incluyen la fraternidad, la solidaridad y la caridad. Vivir la caridad reclama salir en auxilio de los más necesitados.
Por ello, hacemos un llamado a ser una Iglesia preocupada —y ocupada— por nuestros hermanos extraviados. Una Iglesia que tienda la mano a los descartados y que ofrezca apoyos y soluciones. Queremos que la Iglesia sea el lugar donde las personas que se sienten extraviadas encuentren consuelo espiritual, y donde los más necesitados reciban apoyo; que sea esa casa donde todos encuentran techo.
Como sociedad, también exijamos políticas que favorezcan la igualdad de oportunidades. Como Iglesia, organicemos a nuestras comunidades para atender las necesidades de los más pobres. Y como ciudadanos, tomemos acciones: podemos darle de comer al hambriento, darle de beber al sediento y consolar al que sufre.
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