Este lunes iniciamos la cuenta regresiva hacia la Navidad: nueve días en los que estaremos celebrando las posadas navideñas, una tradición en varios países de América, pero especialmente en México, desde hace muchos años.
Este tiempo nos reúne con amigos, familiares, compañeros de trabajo y personas conocidas, para convivir en agradecimiento al año que cierra y también para reflexionar sobre todo lo ocurrido y las metas por venir.
Las posadas representan también un camino de esperanza, un anhelo de paz, reconciliación y unidad; y es por ello que no cesaremos en este llamado: Queremos una paz sólida y duradera. Queremos un México en el que cese la violencia.
Se equivocan quienes aseguran que este llamado que la Iglesia ha hecho de manera continua es un posicionamiento para atacar a un grupo político o a ciertos funcionarios. Este es un llamado a toda la sociedad para que juntos, en diálogo, construyamos un futuro mejor para nuestro país.
Estamos convencidos que la buena política, aquella que prioriza la defensa de la vida y la dignidad humana, está al servicio de la paz, y que, para los cristianos, trabajar por la paz es el centro de nuestra misión a la que estamos llamados.
No cesaremos en nuestro llamado para que este tiempo, marcado por la violencia, las dificultades y las divisiones, sea también el tiempo en que volvamos a hacer del camino hacia la Navidad una oportunidad para reunirnos en familia o como vecinos, buscando superar las diferencias suscitadas al interior de nuestros hogares o en nuestros círculos más cercanos.
La paz empieza en nosotros mismos, y se construye día a día.
Recordemos que la historia cristiana comenzó desde lo más pequeño, desde la joven humilde de Nazaret, la Virgen María, que da a luz al Niño en un pesebre. Desde ahí se extendió la esperanza a todo el mundo.
Vivamos este tiempo de preparación hacia la Navidad adornando para Jesús especialmente nuestros corazones, que es donde Él quiere nacer.
Abramos las puertas de nuestro interior y asomémonos a la calle, buscando también compartir un poco de lo que tenemos con las personas de nuestro alrededor, con quienes duermen en la calle, con los migrantes, los presos, los enfermos, los que están solos, los deprimidos, los oprimidos, los expulsados, los ancianos, los humillados, los abandonados, las familias que buscan a sus hijos desaparecidos y todas esas realidades de las que se habla poco, pero de las que sufrimos mucho.
Insistimos en una tregua de paz para contener la violencia en México. Estamos convencidos que podemos lograrlo, que podemos trabajar por ella y hacer que perdure en el tiempo.
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