Uno de los pasajes más bellos de la Biblia pertenece al libro de Reyes y narra el momento en que Dios le dijo al rey Salomón: “Pídeme lo que quieras”.
Salomón pudo haber pedido riquezas, una vida larga o poder como ninguno, pero lo que hizo fue responder: “Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal”.
Dios le concedió entonces una mente sabia y prudente como no la hubo antes, pero además, como reconocimiento a la sencillez de su petición, Dios le concedió “riquezas y fama mayores a las de rey alguno”.
Estamos ante un momento que tendrá gran trascendencia en la historia de nuestro país en busca de determinar el tipo de justicia que queremos y quiénes serán los responsables de impartirla.
La necesidad de justicia es una de las grandes demandas sociales. No cabe duda: es necesaria y prioritaria una reforma judicial, es un tema urgente de atender, pero siempre con escucha y diálogo.
Desde la iniciativa Diálogos por la Paz, impulsada por la Iglesia nacional, y en la que han participado decenas de miles de personas, una de las grandes conclusiones es la imperiosidad de una reconstrucción integral de la forma en que se hace justicia en México en todos sus niveles.
Sin embargo, como lo han señalado los obispos de México, la propuesta de reforma que discute actualmente el Senado no responde a una revisión integral del sistema judicial, ni garantiza una mejor impartición de justicia.
Por esa razón lanzamos la pregunta: ¿Por qué la prisa? Si para escuchar se necesita de calma y no de celeridad.
¿Por qué la prisa? Si quien corre jamás será capaz de escuchar con claridad.
¿Por qué la prisa? Cuando no se ha realizado el diálogo que demanda nuestra democracia.
¿Por qué la prisa? No se puede trabajar con tan poco diálogo y tan escasa escucha en algo tan serio como lo es la justicia.
¿Por qué la prisa? Si la fortaleza de una nación se basa en la unidad de sus ciudadanos y no hay unidad en esta iniciativa.
¿Por qué la prisa? Si la diversidad de criterios y opiniones fortalece las propuestas y las leyes.
Le pedimos a nuestros legisladores recién electos que, ante esta gran oportunidad histórica, no elijan la fama ni impongan radicalmente el poder que se les otorgó en las urnas.
Los invitamos a que elijan la sabiduría y la prudencia, tal como lo hizo el rey Salomón. Sabiduría para escuchar con tiempo suficiente a todos los sectores involucrados y prudencia para hacer una revisión integral del sistema judicial. Si actúan con sabiduría y prudencia, el pueblo mexicano sabrá reconocerlo con creces.
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