La celebración de la Pascua es eje primordial en la Iglesia: Jesús resucitó y en este acontecimiento está cifrado todo su anuncio y su misión.
Y los tiempos que vivimos no son obstáculo para seguir proclamando que la luz vence a las tinieblas, que las calamidades son superadas por la misericordia, que la fraternidad aniquila cualquier obstáculo, que la vida triunfa sobre la muerte.
Como si fuera una sencilla coincidencia con el confinamiento social, leemos en el Evangelio que el domingo por la tarde -luego de su resurrección- Jesús se presentó a los discípulos, y ellos ¡estaban “a puerta cerrada y con miedo”! (Jn 20,19). Sin duda que el tremendo impacto de la pasión y muerte de Jesús difícilmente serían superados… pero Jesús les da la paz.
Leer: Resucitaremos
Y el don de la paz -pidámosla a Dios y busquemos construirla- es necesario en todo ambiente humano. Sin la paz nada es posible.
Hoy necesitamos de quienes colaboran en solucionar problemas de salud pública para conseguir la paz.
Hoy hacen falta buenas voluntades –que no reticencias ni suspicacias- para consolidar la paz.
Hoy tenemos la oportunidad de trabajar en el reencuentro y el diálogo en familia para alimentar la paz.
Hoy podemos plantear planes y proyectos económicos serios e incluyentes para abrir camino a la paz.
Hoy debemos escucharnos y apoyarnos -en todo nivel y en cualquier ámbito- para lograr lo que conduzca a la paz auténtica y duradera.
Ni la falta de respeto a médicos y personal sanitario, ni proyectos éticos mal planteados, ni la libertad de expresión mal utilizada, ni promover la desinformación en redes sociales, ni posturas ideológicas inamovibles, ni políticas públicas que no contemplen a toda la sociedad, ni estrategias económicas incompletas, podrán traernos la paz que necesitamos.
Nuevamente afirmamos que es en la familia -¡y hoy tenemos el tiempo suficiente y la situación adecuada!- donde se ponen los cimientos sólidos de lo que esperan la sociedad y la nación de cada ciudadano.
El Papa Francisco, en su estilo espontáneo y sencillo, nos ha dicho que son tres palabras las que nunca deben faltar en el matrimonio y la familia: permiso, gracias y perdón. Tres palabras que reflejan tres actitudes necesarias para construir la paz no sólo en la familia, sino también en la nación y en el mundo.
Y con la paz -fruto primero de la resurrección de Jesús- dejaremos atrás las puertas cerradas y el miedo paralizante. Nuestro futuro es la paz: construyámosla.
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