El aumento del número de casos de Covid-19 indica que ya estamos inmersos en la llamada “tercera ola” de la pandemia. Esta nueva fase de la crisis nos encuentra cansados y tristes por las pérdidas de amigos y familiares, pero también nos encuentra más sabios y con herramientas para evitar más pérdidas.
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En pocas semanas nos quedamos en una de las mayores vulnerabilidades de nuestra historia reciente. Hemos sido testigos de expresiones de egoísmo como la búsqueda por acaparar las vacunas, el oportunismo de algunos, que los ha llevado a enriquecerse a costa del sufrimiento de los demás. También se ha respirado la falsa idea de que nos podemos salvar solos, sin los demás.
Pero en esta misma oscuridad, las chispas de esperanza han iluminado al mundo, pues millones hombres y mujeres han comprendido las palabras del Papa Francisco de que “nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos” (Fratelli Tutti 32)
Así pues, cada persona, en esta nueva embestida de la pandemia en México, se encuentra de nuevo puesta a prueba. Encontramos en la crisis la llamada de Dios, y hemos de dar a ésta una respuesta que mostrará quiénes somos y revelará nuestro corazón.
En este momento tenemos la llamada concreta a cuidar y cuidarnos. Ya no es posible para muchas personas volverse a confinar en sus casas, pero sí es posible, para todos, utilizar responsablemente el cubrebocas y evitar reuniones con muchas personas en espacios cerrados.
También ya es posible para muchos vacunarse. Sabemos lo controvertido del tema y lo difícil que es conocer la verdad en este mundo asechado por el virus de la “infodemia”, esa otra pandemia de información falsa e imprecisa que nos rodea por todos lados.
Pero es momento de creer en las instituciones globales y nacionales que están obligadas a buscar la información basada en evidencia científica. Escuchando estas voces acreditadas. El mismo Papa Francisco ha querido vacunarse para darnos ejemplo.
Por otra parte, no debemos cerrar los ojos ante las necesidades materiales de quienes nos rodean: muchos hermanos nuestros han perdido el trabajo, otros están solos y no pueden procurarse cuidados. Es un llamado para nuestras comunidades de fe a salir al encuentro de quienes se encuentran más solos y vulnerables, de compartir los bienes materiales.
Finalmente, sin excluir las anteriores, estamos llamados a la oración; no dejemos de orar unos por otros. Sin los otros no podemos, pero sin Dios tampoco. Recordemos que Él está guiando esta barca azotada por la tormenta; Él nos llama a la esperanza y a no tener miedo, recordándonos que está con nosotros: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).
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