Por décadas, el puerto de Acapulco fue el destino por excelencia para el turismo mexicano. Con una ubicación geográfica privilegiada, abundantes recursos naturales y enorme riqueza cultural e histórica, se ganó el cariño de mexicanos, extranjeros y todo tipo de celebridades en el mundo.
Sin embargo, en los últimos años, la violencia y la inseguridad han opacado el brillo, de Acapulco. De acuerdo con diversas estadísticas, esta ciudad ha sido ubicada entre las más violentas del mundo.
En agosto de este año, el presidente de la Asociación de hoteles y empresas turísticas de Acapulco, Alejandro Domínguez, señaló que un número récord de 7,500 cancelaciones de habitaciones de hotel en la temporada vacacional estaban directamente relacionadas con la ola de violencia que azota el destino turístico.
Y en temas de salubridad, en el verano, la Cofepris dio a conocer el ranking de las playas más sucias en cuanto a número de bacterias en el agua. En el tercer lugar se encontraba Caletilla, una de las playas más populares de Acapulco.
Hoy, este icónico lugar turístico, aunado a los problemas que venía padeciendo, se le suma un nuevo reto: enfrentar y superar los estragos devastadores del huracán Otis.
Además de las lamentables pérdidas humanas, miles de familias de Guerrero se enfrentan a la incertidumbre laboral, pues el 80% de los habitantes viven del turismo, seqún cifras de la Sección de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco.
Dentro de la tragedia, se abre la oportunidad de hacer una reconstrucción integral de nuestro querido Acapulco, que le devuelva el brillo turístico de antaño y que además permita a sus habitantes acceder a mejores condiciones de vida, una estrategia en la que estamos llamados a participar todos, sin colores políticos, sin privilegiar a unos cuantos y sin beneficiar a solo algunos sectores sociales.
Es una oportunidad, además, de reconstruir casas, centros comerciales, edificios, hoteles, calles y avenidas, pero también para reconstruir el tejido social y plantear una estrategia efectiva contra la inseguridad y la violencia, pues si no existen estas condiciones el turismo difícilmente regresará.
Hacemos un llamado a la sociedad a seguir apoyando desde sus posibilidades a nuestros hermanos de Acapulco, que hoy carecen incluso de los servicios más básicos. No nos dejemos llevar por la desinformación ni por la polarización social.
El futuro de las zonas afectadas del estado de Guerrero por el huracán Otis es una tarea que nos involucra a todos como mexicanos, una nueva oportunidad para mostrar unidad y solidaridad.
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