La gran fiesta de todos los cristianos es la Resurrección de Cristo. Más allá de la cruz y de la muerte, está la respuesta de Dios a la realidad humana: la vida plena y glorificada que se ha manifestado en Cristo resucitado.
Tras la muerte de Jesús, muchos pensaron que el odio había logrado acabar con aquel que es la Vida y el Amor; otros más creyeron que la injusticia humana había sepultado para siempre la esperanza que Jesucristo ha traído para todos, y unos más, los escépticos y pesimistas, creyeron que el mal había triunfado definitivamente sobre el bien; sin embargo, en medio del silencio y de la oscuridad de la noche, surgió la luz de la vida y la resurrección. Este es el gozo de la vida cristiana que sigue brillando para toda la humanidad, como el sol que ilumina a todos.
Esta Semana Santa, como muchas a lo largo de la historia, ha tenido que celebrarse en medio de una gran contradicción, especialmente en nuestra patria: por un lado, millones de creyentes que, pese a la situación de pandemia por Covid-19, han decidido renovar su fidelidad al camino de Cristo, que implica el reconocimiento de la vida como un don de Dios y la aceptación de la misma como una bendición; mientras que otros, lejos del espíritu cristiano, continúan sirviendo a la violencia y a la muerte.
Basta ver las noticias de esta semana para percatarnos del desorden social que ha reinado en el país en estos días santos: violencia, asesinatos, discriminación, video escándalos, injusticias, impunidad, corrupción, xenofobia, actos violentos para exigir falsos derechos, descalificaciones entre instituciones.
Y en medio de este laberinto, que pareciera no tener fin, la Iglesia Católica les saluda: “¡La paz esté con ustedes!”, con las mismas palabras de Jesús Resucitado, y les recuerda que el dolor y la muerte jamás tendrán la última palabra, y que sólo el Evangelio tiene una fuerza transformadora capaz de cambiar radicalmente nuestra realidad.
Celebrar la Resurrección de Cristo, como lo hacemos ahora, es mirar más allá de la oscuridad de la cruz, que nos muestra cómo la injusticia humana, en todas sus versiones, ha tratado de acabar con la vida en todas sus formas.
El creyente mira con esperanza la respuesta de Dios y busca comprometerse desde ahora con la vida en todas sus formas, rechazando la muerte en todas sus versiones. Jesucristo ha resucitado, mostrando de una vez para siempre que la vida es más fuerte que la muerte.
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