Cuando pensamos en Navidad, solemos recordar momentos agradables con la familia, en ocasiones regalos y vacaciones; esto derivado de que en todo el mundo creyente y no creyente se ha difundido la fiesta de la Navidad como un momento de reflexión, unión familiar y descanso. En ese contexto, podemos reflexionar sobre este momento de la vida de Nuestro Señor Jesucristo: Su nacimiento.
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Junto con Su muerte y Resurrección, que son parte del fundamento de nuestra fe, Su nacimiento está lleno de una riqueza pastoral que no podemos hacer a un lado para llenar de contenido esta fiesta.
Para iniciar, María y José estaban de camino, fuera de su hogar, cuando se da el nacimiento de Jesús. Buscaban un refugio para pasar la noche, y lo encuentran en un humilde establo. El Creador de todo lo que existe, de nuestra propia vida, llegaba a este mundo con toda la humildad posible, se hizo frágil, con hambre y con frío, como nosotros mismos. Esta escena nos debe recordar siempre las necesidades y precariedades que están sufriendo nuestros hermanos migrantes, quienes dejan su hogar y buscan refugio cotidiano mientras intentan llegar a su destino final.
Y mientras, hay pensamientos que los reducen a personas que estorban o afean los lugares, algunos más los clasifican de delincuentes y por lo tanto se cierran fronteras y se les captura como prófugos de la justicia. Ellos no dejan en ningún momento de ser hijos de Dios buscando una vida mejor para sí y su familia.
Esa condición de migrante de la Sagrada Familia, según la Escritura, no terminó con el nacimiento, continuó cuando san José toma a María y Jesús, y huyen a Egipto para proteger al bebé de la persecución de Herodes. Todo en su vida había cambiado, y no se trataba de situaciones bajo su control, solo confiaban en Dios y continuaban. ¿Cómo les habrán recibido en Egipto? ¿Cómo habrán vivido esos años alejados de su hogar? No lo sabemos a ciencia cierta, pero no deja de ser inquietante el solo hecho de pensar ponernos en su lugar y vivir lo que vivieron.
Mientras tanto en Judea, Herodes mandó matar a los bebés creyendo que con ello se eliminaba de su futuro la posibilidad de perder la Corona. ¿Qué habrán sentido las madres de esos bebés al ver como perdían la vida sus pequeños hijos, y de manera totalmente salvaje? ¿Será acaso cercano a lo que sienten nuestras madres buscadoras de sus hijos desaparecidos en la actualidad? Sí, en plena primera Navidad se efectuaba un asesinato de inocentes, provocado por la avaricia y la sed de poder de un rey perdido en sí mismo.
¿A qué nos llaman estas reflexiones? ¿Es válido que disfrutemos y celebremos la Navidad existiendo la injusticia? La respuesta tiene que ser sí, porque en medio de la injusticia Dios se presentó para darnos la Esperanza, con sus enseñanzas, con su Amor, con su Resurrección final. Pero lo que tenemos que hacer es buscar compartir esa Buena Nueva, esa Esperanza, con el que sufre, porque Dios sufre con nosotros nuestros sufrimientos, y se alegra con nosotros en nuestras alegrías, y sin duda, recordar el nacimiento de Dios en este mundo humano hace dos mil años, es la mejor noticia que puede haber pasado en la historia.
Gloria a Dios en el cielo, y paz a los hombres de buena voluntad.
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