Nos hemos enterado en estos días de la modificación legal que realizó el Congreso del Estado de Puebla para dejar de perseguir el aborto como un delito.
Considerando que, efectivamente, la persecución penal a una mujer que se ve forzada a abortar por las circunstancias de vida que le acontecen puede ser una injusticia social, es necesario reconocer también que la eliminación de esa persecución sigue sin modificar, en esa mujer, las condiciones que le están obligando a abortar.
Y es que, tal vez no estaba en sus planes embarazarse, pero tampoco estaba en sus planes deshacerse de su hijo. Es una tragedia que socialmente abandonemos a las mujeres embarazadas en situación difícil, y se les muestre como única salida la eliminación de su hijo, sangre de su sangre, para poder continuar con los proyectos laborales, educativos y familiares que le rodean.
Sin embargo, la sociedad es la que construye la cultura, y de ella emanan las leyes que protegen esa cultura. Ante ello, es importantes que sigamos construyendo, juntos, una cultura de respeto a toda vida.
Es muy común escuchar las inquietudes de nuestros jóvenes sobre el cuidado de la naturaleza. Vemos que son capaces de cambiar de hábitos de consumo con el objetivo de cooperar un poco con el cuidado del planeta. Eso nos habla de una juventud responsable, capaz del sacrificio por el bien común.
Por ello, es una gran esperanza que cada vez más jóvenes se preocupen del cuidado y respeto entre ellos (hombres respetando a las mujeres y mujeres a los hombres), sin buscar instrumentalizar sus cuerpos y personas por el placer en sí mismo, buscando, en lugar de ello, el amor, y así, dar los pasos necesarios para la conformación de una familia con esa visión de responsabilidad que ahora les está caracterizando.
La sociedad actual se ha vuelto egoísta en torno a la maternidad: ahí es donde está el debate de fondo de las iniciativas de ley. Desgraciadamente, hay visiones que sólo buscan evitar la maternidad, propia y de terceras personas, pues consideran que liberando a la mujer de la maternidad, ella será completamente libre. Pero la mujer tiene en su naturaleza, y muchas veces en su deseo y proyecto de vida, ese anhelo de dar vida; por ello es muy importante que las políticas públicas y las leyes den opciones reales a la mujer embarazada, para, que sin tener que eliminar a su hijo, pueda continuar con sus estudios, su trabajo y su vida.
A los jóvenes les toca abrirse con esperanza a la vida, defender al ser humano del holocausto silencioso que amenaza a nuestra raza. A los hombres, padres de familia, les toca esa responsabilidad de proteger a sus mujeres y a sus propios hijos desde el inicio de su desarrollo. A los padres de familia les toca enseñar a sus hijos en el cuidado de la vida. A la sociedad entera, nos toca dar opciones de vida para la mujer embarazada, que no exista un sólo despido laboral por este motivo (actualmente la discriminación laboral es más común en México). A las universidades les toca estar abiertas a la vida, atendiendo con especial cuidado a la mujer embarazada. Que los servicios de salud y las políticas de desarrollo social den prioridad a las mujeres embarazadas entre sus grupos prioritarios.
Así podremos comenzar a reducir la eliminación de seres humanos por utilidad, y nos daremos una lección de vida todos, pues si respetamos al que aún no podemos ver, con mayor razón respetaremos a cualquiera de nuestros semejantes.
En esta semana en especial, pedimos a Dios que bendiga a los padres de familia, a las mujeres embarazadas y a todo ser humano en gestación.
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