¿Cuándo será el día en que la educación deje de ser un instrumento para medir fuerzas políticas y se convierta en una tarea que nos involucre y responsabilice a todos?
La educación no debe estar sujeta a cuestiones políticas, pues no es un tema laboral meramente entre el gobierno y los maestros; tanto las autoridades como la sociedad, especialmente los padres de familia y los alumnos deben estar presentes.
Que la educación sea un derecho consagrado en la Constitución no nos exime de ser responsables de ella.
La educación se construye en comunidad, en comunión; y es necesario alzar la voz, participar y aportar los esfuerzos que cada uno sea capaz, incluso sea pintando las aulas o contribuyendo a tener instalaciones más limpias.
Sin un buen sistema educativo que nos permita desarrollarnos de forma integral no hay futuro. Hemos de afianzar la educación en valores universales como la paz, el respeto, el diálogo, la solidaridad, el apoyo, el amor y la libertad religiosa.
Y junto con esto, tenemos el reto de educar la sensibilidad, los deseos hacia el verdadero bien: ¡cuántos niños y jóvenes ven con buenos ojos, e incluso aspiran a formar parte de grupos delictivos, se refugian en la falsa salida de algún vicio, o se arruinan con relaciones sexuales precoces, inconscientes e irresponsables!
Esta edición dedicada a los niños ha sido, en esta nueva etapa de Desde la fe, la más especial para nosotros.
Una de nuestras prioridades ha sido darle una amplia difusión a los temas relacionados con los niños y los jóvenes, porque nos interesa que se sientan parte de la Iglesia y escuchados por ella. Estamos convencidos de que su voz tiene un gran valor.
Este número ha sido planeado para ellos, pero lo más importante, es que ha sido realizado por los propios niños.
Agradecemos enormemente sus trabajos enviados, así como la participación de los catequistas, los sacerdotes y los padres de familia.
Esta experiencia nos demuestra que podemos trabajar en comunidad. Aunque esto no se agota aquí.
Como Iglesia debemos encontrar y perfeccionar los mecanismos para que los niños crezcan firmes en los valores del Evangelio, en el conocimiento y el amor a Dios, a los demás y a sí mismos, pues ellos son la pieza más valiosa para sembrar esperanza en nuestro futuro.
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