Una fecha cívico-política como el 2 de octubre siempre tiene su peso especial: fueron jóvenes estudiantes los protagonistas centrales en los acontecimiento de hace cincuenta años. Y las exigencias y reclamos, las aspiraciones e ideales de aquel entonces, siguen teniendo vigencia para todos los actores y para cada instancia social, sea política, mediática, educativa, religiosa, cultural: nadie puede ignorar las necesidades de los jóvenes, pues ellos siempre serán el futuro que viene, que necesita cuidado, que merece prioridad.
Al término de las sesiones del Concilio Vatiano II, hace 53 años, el Beato Papa Paulo VI, en comunión con los obispos de todo el mundo, dirigía a los jóvenes unas palabras que siguen vigentes, y que ha retomado el Papa Francisco al inicio del Sínodo que enfoca sus trabajos en los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Sin duda son muestra del interés y atención que la Iglesia sigue manifestando a tan importante sector de la sociedad.
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Quien sea capaz de leer en profundidad los diversos mensajes y documentos, así como las actividades pastorales en las más distantes latitudes y circunstancias, podrá corroborar que el trabajo de la Iglesia está enfocado en los jóvenes. El magnífico documento Evangelii nuntiandi (Paulo VI) sobre la evangelización en el mundo contemporáneo, o las catequesis tan frescas y juveniles de septiembre de 1978 (Juan Pablo I) o las Jornadas Mundiales de la Juventud (Juan Pablo II, o el carisma que atrajo a millones de jóvenes en Colonia (2005) o en Madrid (2011) por un anciano papa de nombre Benedicto XVI, o la actitud de renovación –rejuvenecimiento– del Papa Francisco, confirman lo que se sigue haciendo en tantas parroquias, en tantos grupos juveniles, en tantas iniciativas de voluntariado, de misiones, de colegios, de jóvenes, por decirlo en una palabra.
Sin olvidar que los jóvenes de hoy, de hace cincuenta años o de los siglos venideros exigen atención y cuidado de la Iglesia y de cualquier otra instancia social, también hay que reconocer que la Iglesia ni está lejos de ellos, ni los excluye: ya veremos el resultado del Sínodo de los Obispos, en donde los jóvenes –de muchas maneras– son protagonistas.
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