El pasado domingo 10 de diciembre, previo a los festejos por las Apariciones de la Virgen de Guadalupe en México, a nivel mundial se celebró el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo gran objetivo fue garantizar la dignidad humana y las condiciones para el desarrollo integral de cada persona.
Así, bajo este precepto, el 10 de diciembre de 1948, la Organización de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual contiene 30 artículos que buscan proteger derechos básicos como la vida, la libertad y la seguridad, los derechos que se consideren indispensables para el ejercicio de cualquier otro derecho.
A 75 años de esa Declaración, vale la pena recordar ese acontecimiento, pues se trata de la respuesta que decidieron dar y adoptar los países del mundo, ante la pesadilla que acababa de acontecer en la Segunda Guerra Mundial; más de 60 millones de muertes causó esa inmensa guerra, y es algo que a la luz de la Fe, no podremos justificar como humanidad.
Los antecedentes de esa declaración podrían ser considerados en la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa, y aún antes de ella, tenemos algunos testimonios como las Cartas de Isabel la Católica y su Testamento en el cual encomendaba el trato a los “indios” del nuevo mundo, como seres humanos en igualdad de derechos que los europeos y las posteriores Leyes de Indias decretadas durante el reinado de Felipe II en España.
La Iglesia Católica, ha sido una protagonista en la historia de los Derechos Humanos; testimonio de ello son los misioneros que durante el período del encuentro defendieron a los indígenas de los abusos de los encomenderos; o las numerosas órdenes religiosas que por siglos han dedicado su vida a favor de los descartados por la sociedad ofreciéndoles un trato digno. Existen cientos de testimonios de cómo la Iglesia ha privilegiado el trato digno a cualquier ser humano sin importar su condición.
Ahora en México tenemos varios retos en materia de Derechos Humanos, y es muy importante no acostumbrarnos a su violación cotidiana: los miles de migrantes que viajan a través de nuestro país, y que sufren en el camino de las inclemencias y del riesgo ante el crimen; los miles de desaparecidos, cuyas madres y familias no paran de buscar, esperando encontrarles vivos, y en el peor de los casos, rastros en alguna fosa clandestina; los enfermos que no han logrado obtener una atención médica digna y suficiente; los periodistas que son amenazados por el crimen organizado para evitar que hablen de la realidad en algún lugar; los maestros que buscan dar lo mejor de sí para educar a los pequeños, sin las condiciones y materiales suficientes para ello; los propios ministros de culto que son amenazados también por su labor de ayuda a otras víctimas de la violencia; los seres humanos que por no ser reconocidos por la ley, son eliminados en el vientre materno; entre otros.
En este 75 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hacemos un llamado a ciudadanos y autoridades, para que siempre veamos en el otro a un ser humano que necesita los mismos cuidados y protección que todos, desde la concepción y hasta la muerte natural, el ser humano es digno por sí mismo, no por su condición. Recordemos a María Santísima, esa jovencita embarazada que a la vez fue migrante buscando refugio, y que a pesar de su situación dijo que Sí, para el Bien de toda la humanidad y nos encomendamos a ella para que sepamos cada uno decir el Sí en favor del prójimo.
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