Editorial

Cuidemos todas las necesidades de nuestros enfermos

Hace unos días, siete obispos de la Provincia Eclesiástica de México visitaron el Conjunto Hospitalario Magdalena de las Salinas, del Instituto Mexicano del Seguro Social, el más grande en su especialidad, y que atiende diariamente a más de tres mil personas por distintas enfermedades.

Ahí, el Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México, resaltó la importancia de estar pendientes del pobre, pero no entendiendo al pobre como aquel que carece de comer, sino el que tiene una carencia para su vida digna, incluida la salud.

“Hay que tener mucha esperanza, que la esperanza nunca muera, la esperanza es fundamental en la vida de todo ser humano; ante cualquier dificultad y adversidad la esperanza nos hace superarla, afrontarla, valorarla y asumirla”, dijo.

Este domingo, en el marco de la festividad de la Virgen de Lourdes, conmemoramos la Jornada Mundial del Enfermo, instituida por el Papa Juan Pablo II, y como Iglesia hacemos un llamado a estar cerca de quienes están enfermos, abrazarlos y dar consuelo, llevarles esperanza y también buscar acciones que favorezcan a la salud y dignidad de las personas.

El Papa Francisco ha destacado la importancia que tiene estar pendientes de nuestros ancianos y enfermos, pues a menudo la vejez y la enfermedad se viven en la soledad e incluso en el abandono, una realidad producto del individualismo, que relega a las personas que no pueden seguir un ritmo acelerado.

Una triste realidad en la que, de acuerdo al Papa, “no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si todavía no son útiles —como los no nacidos—, o si ya no sirven —como los ancianos.

Aprovechamos, por lo tanto, para invitar en esta fecha a los gobiernos a poner en el centro la dignidad de la persona humana y sus necesidades, a privilegiar el derecho fundamental de la salud y el acceso a los cuidados médicos.

A la sociedad, les pedimos asistir a las personas frágiles, cuidar a sus enfermos, estar cerca de ellos y de sus necesidades, con alegría, compasión y de ternura, cuidar sus relaciones, su relación con Dios, con sus amigos, con sus familiares, con sus médicos, con la naturaleza y, por supuesto, consigo mismo.

Y miremos siempre a Nuestra Señora de Guadalupe para pedirle ayuda, pues vino precisamente a darnos esperanza ante cualquier situación y especialmente en las adversas. Ella nos puede brindar esa paz interior para auxiliar a nuestros enfermos, para darle luz a nuestros momentos de sombra.

DLF Redacción

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