A dos meses de terminar el año, son incontables los aprendizajes y las experiencias inesperadas que hemos acumulado. Para todos ha sido oportunidad de crecer en medio de la contingencia, de ser solidarios ante la crisis, de renovar el afecto a pesar del distanciamiento.
Y aunque no tenemos la seguridad absoluta en la evolución de la pandemia y ante la temporada de frío que ya está a la puerta, parecería que el horizonte sigue siendo hostil.
Pero a nuestro favor cuentan las medidas de prevención y precaución, la disciplina y el respeto, el orden que siempre será mejorable. Ojalá que pongamos el corazón en todo lo que está por venir y debemos enfrentar.
Y si bien con el término corazón nos referimos a los afectos, también con él hablamos de tomar las cosas en serio, con valentía pero nunca temerarios, con esperanza pero no con falsas confianzas, con hechos claros, directos y prácticos, y no con suposiciones, o cifras alegres, o ilusiones maravillosas.
Hemos recibido noticias de los rebrotes de contagios en países europeos, y estamos ante la posibilidad de tener que recorrer el mismo camino. No dejemos que el pánico o la desesperación nos jueguen chueco; de ahí que el orden y el respeto a medidas y disposiciones de diversa índole, debemos asumirlas con todo el corazón y por el bien de todos.
En los próximos días sin duda festejaremos a nuestros fieles difuntos y lo hemos de hacer como siempre -¡con todo el corazón!- pero con un nuevo orden y un mayor respeto -¡seguimos en alerta por la pandemia!-.
Ya nos han indicado las autoridades que debemos evitar aglomeraciones, y por tal razón permanecerán cerrados los panteones, con ocasión del día 2 de noviembre. Lejos de ser una arbitrariedad o desprecio de nuestras tradiciones, eso nos da oportunidad para profundizar y buscar caminos que nos lleven a vivir lo importante con el corazón, a descubrir lo que es invisible para los ojos, como ya nos enseñaba Antoine de Saint-Exupéry en su invaluable obra: El Principito.
También nos han informado que las celebraciones en torno a la Virgen de Guadalupe tomarán un rumbo diverso al que ya estábamos acostumbrados. Lejos de recibir la noticia con tristeza o pesar -¡sin duda a tantos nos hubiera gustado llegar hasta el Tepeyac!-, la hemos de recibir con un corazón renovado, con un corazón que se encienda en el mismo corazón de quien supo estar firme y fuerte junto a la cruz de su Hijo, y con la esperanza de su triunfo sobre la muerte.
Bendito sea Dios que tenemos medios científicos y prácticos para enfrentar la crisis sanitaria. Demos gracias a Dios que contamos con herramientas tecnológicas para seguir nutriendo el corazón. Aprovechemos nuestra capacidad de seguir aprendiendo y creciendo en medio de las situaciones más adversas. Siempre con orden y respeto. Siempre con todo el corazón.
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