En los últimos diez días hemos pasado de poco más de 5,000 nuevos casos de Covid-19 (registrados de forma oficial), a los más de 30,000 por día. Hemos llegado así a las cifras más altas de contagios por día en toda la pandemia.
Nuevamente estamos en una etapa en la que es común saber de al menos un contagio en nuestro círculo cercano de familiares o amigos.
Es cierto que esta nueva ola tiene la característica de no tener el mismo grado de mortalidad que tuvieron las olas anteriores, pero no podemos restar valor al sufrimiento por el que están pasando quienes hoy se encuentran enfermos, y las posibles secuelas o afectaciones que la enfermedad les pueda ocasionar. Muchos de ellos transitarán esta situación en absoluta soledad, y otros más con carencia de recursos.
En redes sociales podemos leer a varios integrantes del personal médico, de enfermería o sanitario contar el día a día en la vida de un hospital, particularmente durante los casi 22 meses de pandemia en México. Todos ellos se han mantenido firmes, sin descanso, y en medio del cansancio y del estrés, hoy enfrentan una nueva ola en la que deberán cumplir con este servicio de amor hacia los enfermos, un servicio a través del cual, como nos mencionaba el Papa Francisco en la Jornada Mundial del Enfermo, el personal sanitario ha convertido su profesión en una misión, en la que tocan con sus manos la carne sufriente de Cristo.
A propósito de esta nueva ola, queremos retomar dos de las muchas preguntas que el Papa Francisco nos ha hecho, para invitar a la reflexión y a la acción, aprovechando la oportunidad de estas fechas que nos recuerdan que Dios ha querido nacer entre nosotros. Dos preguntas que nos hacen pensar si hemos aprendido la lección: ¿Qué es lo más importante para nosotros como individuos y como sociedad?, y ¿Cómo está mi humildad?
La nueva ola de Covid-19 nos interpela para atender aquello realmente importante, y que nos permita avanzar como sociedad. En su último comunicado, el cardenal Carlos Aguiar Retes nos invita a trabajar unidos y de forma responsable para poder cuidar de nuestro bienestar y el del prójimo.
Y sobre la humildad, durante la solemnidad de la Epifanía, el Papa Francisco nos recordó que la verdadera riqueza no está en la fama y el éxito, sino en la humildad, “en el hecho de considerarse necesitados de salvación”.
No hagamos del romper récord de contagios un nuevo hábito cada determinado tiempo. Recordemos lo realmente importante en nuestras vidas, aprendamos las lecciones de la pandemia y trabajemos juntos para superar este desafío, con humildad y responsabilidad comunitaria.
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