En México todavía conservamos gestos de cariño hacia los abuelos y ancianos. Foto: Especial
“Los ancianos son un tesoro”. Estas palabras del Papa Francisco son una interpelación directa a ti y a mí. Porque la forma en que tratamos a nuestros abuelos y a las personas mayores revela, en parte, la calidad moral de nuestra sociedad, de nuestras familias y de nuestro corazón.
Vivimos en un mundo acelerado que mide la vida en likes, entregas inmediatas y resultados productivos. En esa lógica, lo que no rinde se descarta. Y en ese descarte, demasiados adultos mayores han quedado invisibles, olvidados, arrinconados. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que quienes nos dieron raíces sean tratados como si fueran un estorbo?
El Papa León XIV lo recordó en la V Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos: “La fragilidad de los ancianos necesita del vigor de los jóvenes, (pero) la inexperiencia de los jóvenes necesita del testimonio de los ancianos para trazar con sabiduría el porvenir”. ¿Seremos capaces de escuchar, de aprender y de acompañar, o seguiremos creyendo que todo lo sabemos por el simple hecho de ser jóvenes, activos o autosuficientes?
No se trata de romantizar la vejez, sino de reconocer que la experiencia, decantada en años de alegrías y heridas, de derrotas y resiliencias, constituye una sabiduría del corazón que no se improvisa.
En México todavía conservamos gestos de cariño hacia los mayores, pero también abundan el maltrato psicológico, la violencia física y verbal, el abandono disfrazado de indiferencia, y una creciente cultura del descarte. Pregúntate: ¿cuándo fue la última vez que llamaste a tu abuelo? ¿Hace cuánto le preguntaste cómo se siente, qué piensa, qué sueña? ¿Lo escuchas con paciencia o lo interrumpes porque “ya se tarda mucho”?
Este es el desafío: pasar del discurso a la acción. De nada sirve proclamar que “los adultos mayores son un regalo” si no traducimos esa gratitud en gestos concretos: acompañar a la consulta médica, respetar sus ritmos, valorar sus consejos, compartir con ellos una comida, abrir espacio a su voz en la familia y en la comunidad.
El próximo 31 de agosto a las 12:00 horas, en el marco del Año Jubilar que vivimos como Iglesia, la Arquidiócesis de México celebrará en la Basílica de Guadalupe una misa especial por los abuelos y todas las personas mayores. Será, sin duda, un bello momento de oración, que no puede quedarse en una fecha. El verdadero homenaje será cotidiano: mirar a los ojos, agradecer, aprender y acompañar.
Tú decides. O descartas, o agradeces. O ignoras, o acompañas. No hay medias tintas. La pregunta que queda resonando es simple y radical: ¿cómo hablarán de ti tus hijos y nietos, cuando seas tú el anciano que camina más despacio?
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