Dios pudo haber elegido otra manera de cambiar el mundo, pero decidió enviarnos a su hijo, confirmando así que no nos abandona, que es Providente y que su voluntad no radica en la muerte de los pecadores, sino en que nos convirtamos para tener vida.
Nos envió a Su hijo y le dio una Santísima Madre, que nos recuerda la importancia de confiar, de tener fe y de entregar nuestra vida a Dios. También es una Madre que nos protege con su manto y no nos deja solos antes las adversidades.
Nos envió a Su hijo para que trajera esperanza, para que nos enseñara a orar y amar al prójimo como a nosotros mismos, para hacernos hermanos y enseñarnos el significado de misericordia: vivir como Él.
También vino para enseñarnos a abrazar, ¡y qué necesario en estos tiempos!
No solo necesario, sino bendito; bendito porque la pandemia y las dificultades que con ella surgieron nos hicieron pensar que no volveríamos a abrazarnos, a reunirnos y desearnos feliz Navidad mirándonos a los ojos.
Pero en esa adversidad, encontramos la gracia de Dios, porque aprendimos a abrazar con la oración y la misericordia, y eso nos pide hoy el Niño Jesús, ese es el llamado que hacemos como iglesia el día de hoy: Abracemos con nuestra oración y misericordia.
Abracemos con nuestra oración a los que, por cualquier motivo, hoy están lejos de casa, a los que tienen hambre física y espiritual, a los que sufren violencia, a los que las enfermedades mentales les han arrebatado la esperanza, a los ancianos que están solos, a los adolescentes que no encuentran el camino, a las familias que se encuentran fracturadas, a los que hacen daño y a todos aquellos que hoy más que nunca necesitan de Jesús.
Abracemos con nuestra misericordia al prójimo que la guerra le ha quitado la paz y ha tenido que huir de su país, a aquel que la violencia dejó solo y herido, al que la situación económica le ha dejado sin un techo y a todo aquel que sufre y necesita la mano de un hermano, reconozcamos en estas acciones el primer paso para acabar con la violencia.
¡Feliz Navidad! Que el amor y la alegría que hoy sentimos por el nacimiento del Niño Jesús permanezca en nuestros corazones y nos fortalezca todos los días.
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