Siempre que he leído el pasaje del evangelio de la Epifanía del Señor, hay un detalle que me llama mucho la atención. Una vez que los magos regresan del encuentro con Jesús, lo hacen por otro camino, como nos narra el Evangelio. Y es que encontrar al Señor nos anima a tomar otro camino, a vivir de una manera diferente. El nacimiento de Jesús, de ese pequeño niño, nos invita a tener una visión de futuro, de esperanza.
Creo que el Evangelio de la Epifanía es una vez concluido el tiempo de Navidad, de alguna manera, una analogía para vivir este año jubilar, que el Papa Francisco ha titulado “La Esperanza No Defrauda”.
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El jubileo ha comenzado, y es un momento para vivirlo plenamente, pero también para comunicar el regalo de la gracia del Señor, que se manifiesta en este Jubileo, ofreciendo una nueva oportunidad a los hombres de encontrarlo a Él y también, de encontrar y otorgar perdón.
Y así como los magos, debemos tomar otro camino para vivir con una nueva perspectiva, un horizonte de vida distinta. Deseo resaltar algo imprescindible de este jubileo: no se trata solo de la búsqueda personal de esperanza; el Papa Francisco nos invita también a encontrarla para los demás y nos anima a hacerlo juntos.
No resulta menor que el Santo Padre pida que estos gestos de esperanza lleguen a los presos, ancianos, migrantes, refugiados, enfermos, a los jóvenes, a los pobres. Esto se ubica en la centralidad del mensaje, que nos pide vivir la universalidad inscrita en la misión de la Iglesia: que la esperanza sea para todos. Además, nos invita a orientar nuestra conversión personal para vivirla en solidaridad, caminando junto a los demás y cuidando de nuestra casa común, siendo todos hermanos.
Comenzar desde los pilares más frágiles de la sociedad nos permite construir cimientos más fuertes y universales. El Papa Francisco lo muestra haciendo de este año jubilar un llamado con una gran fuerza para que la solidaridad sea el modelo de vida para los hombres y mujeres de hoy, quienes a menudo están sumidos en la resignación de que la vida no puede vivirse de otra manera, absorbidos, a veces sin saberlo, por la cultura del consumo, la prisa, la inmediatez, el poder, la violencia o el dinero.
El mundo espera, las personas esperan, cada una en su soledad, en sus miedos, en su enfermedad, en sus afanes. Y el servicio a los pobres es, en sí mismo, esperanza, tanto para quien recibe ayuda como para quien comprende que el servicio nos libera mutuamente, alejándonos de los íconos de la cultura del materialismo.
El Papa Francisco, como el gran pastor que es, nos quiere guiar por el camino de la esperanza, para alentar con paciencia la vida misma, entendiendo que, incluso en los momentos de dolor que vivimos en todo el mundo, en esta oscuridad puede brillar una luz si caminamos como los magos, buscando al Señor y tomando otros caminos. Ponerse en camino es un gesto característico de quienes buscan el sentido de la vida, nos dice el Papa Francisco.
Peregrinemos, pues, partiendo de los pobres para contagiar de esperanza y ánimo al mundo.
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