Los rostros de los pobres son concretos; cada uno tiene un nombre y una historia. Tienen dolor y sufrimiento, pero también sueños y anhelos de una vida mejor. Son personas que han quedado descartadas de las diversas estructuras que se han construido en la modernidad: ancianos, personas en situación de calle, presos, migrantes, niños de las periferias violentados, personas con discapacidad, la guerra, entre otros. Estas son algunas de las realidades con las que hemos estado cerca como movimiento en los más de 73 países donde tenemos presencia.
Para los miembros de Sant’Egidio, los pobres no son una categoría, una actividad más por atender, o incluso un problema que solucionar. Es algo mucho más sencillo: los pobres son amigos de Sant’Egidio. Partimos de una relación concreta y personal de amistad que permite hablar con los pobres, consolarlos y cuidarlos, generando frutos de liberación de tantas opresiones que impiden vivir una vida mejor.
El acto de servir a los pobres a menudo se asocia con acciones sociales altruistas, beneficencia o filantropía, asemejándose más al trabajo de una ONG que a la opción preferencial por los pobres. Una de las grandes tentaciones del servicio cristiano es olvidar la oración y la escucha constante de la Palabra. Cuando descuidamos esto, corremos el riesgo de transformar el servicio en activismo, que se agotará con el tiempo porque se confiará más en las fuerzas humanas que en la certeza de que Dios nunca abandona a sus hijos.
Te recomendamos: Comunidad de Sant’Egidio: la amistad con los más vulnerables
Por esto, el servicio cristiano es, ante todo, un ejercicio espiritual. En cada situación, por más adversa que sea, luchar al lado de un pobre nos permite vivir el amor de la resurrección pascual que el Señor ve en cada uno de sus hijos.
En el corazón del cristianismo, la caridad del servicio adquiere una dimensión mucho más profunda. Tenemos la convicción de que el servicio es una experiencia evangélica: un camino donde nos hacemos más semejantes a Jesús, quien se presenta tanto como siervo, como pobre y como amigo.
Es en esos momentos de encuentro y amistad con los pobres cuando el servicio se convierte en un acto transformador, no solo para quienes reciben la ayuda. En nuestra experiencia, el mayor cambio a menudo se presenta en quien sirve. Como decimos en Sant’Egidio: no hay nadie tan pobre como para no poder hacer algo por los demás. La amistad con los pobres no es algo reservado para especialistas o profesionales; al contrario, como dice el Evangelio, es para todos.
En este sentido, el servicio no es solo una opción más, sino un llamado concreto para la vida cristiana, que ayuda a sanar la humanidad y a hacernos semejantes al Señor, quien teje de manera artesanal, corazón por corazón, redes humanas que permiten liberar a tantas personas que se encuentran oprimidas por las cargas de la vida cotidiana. El servicio es una liberación de nuestro individualismo si nos abrimos para oír y poner en práctica la voz de Dios.
Aquellos que sirven experimentan esta conversión evangélica al estilo de Francisco de Asís, aprendiendo sobre la gratuidad. Nos orienta a trabajar juntos, involucrando a otros, superando las discusiones estériles que nos impiden construir algo que trascienda nuestro individualismo. El servicio integra y nos libera de prejuicios, del miedo que puede provocar por ejemplo alguien que vive en la calle, permitiéndonos reconocer a los demás como verdaderos hermanos, al comprender la dificultad y la injusticia estructural que viven muchos pobres. La amistad con los pobres nos hace más humanos, nos enseña a amar.
Así, el servicio es un camino hacia la conversión personal y comunitaria; es la antesala de la construcción de una familia universal que busca crear un mundo nuevo. Por esto, el servicio y la amistad con los pobres son proféticos.
Construir una iglesia pobre para los pobres, de la que ya se hablaba desde Juan XXIII en los finales del Concilio Vaticano II y que el Papa Francisco nos ha recordado muchas veces, no es un eslogan, sino la profunda convicción de que los pobres nos evangelizan y nos acercan más a Dios.
Estamos en el inicio de la Megamisión, el 17 de noviembre viviremos la jornada de los pobres. Puede ser un buen momento para vivir de manera personal la opción preferencial por los pobres.
¡Anímate a vivir lo que te he contado!
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe
La Iglesia en México señaló las cuatro realidades que aquejan al país y las acciones…
El Arte Sacro se ha constituido en una forma de expresión artística por medio de…
“Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y…
La Arquidiócesis de México convoca a los fieles y población en general a participar en…
El trabajo de los obispos y de los católicos en Estados Unidos será convencer al…
Cuando un obispo es elegido para desempeñar cargo en la conferencia del episcopado, el Señor…
Esta web usa cookies.