Con el fin de profundizar en los orígenes fundacionales de la Iglesia Católica en México, en días pasados se llevó a cabo la tercera mesa del Ciclo de Conferencias “Primera Evangelización: 500 años del inicio de nuestra Iglesia Mexicana”, misma que se enfocó en el reconocimiento del don que tuvo el Evangelio en la configuración de nuestra nación.
En esta etapa del Ciclo de Conferencias, denominada “Primera Evangelización: 500 años del inicio de nuestra Iglesia Mexicana”, el Obispo Auxiliar de México monseñor Francisco Javier Acero habló sobre una destacada figura de la evangelización: fray Bartolomé de Olmedo, quien, junto con Isabel la Católica y fray Francisco de Vitoria, sentaran las bases para la defensa de la dignidad humana a nivel internacional.
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Fray Bartolomé de Olmedo -refiere monseñor Acero-, cuyo fallecimiento ocurrió hace justo 500 años, era una figura tan importante para Hernán Cortés, que en los documentos lo citaba como “señor padre” o “nuestro fraile” o “fraile de la Merced” o “nuestro religioso” o simplemente “el fraile”.
“Entre 1514 y 1518, fray Bartolomé evangelizó en Santo Domingo, y en 1519 se embarcó en la expedición de Hernán Cortés para conquistar lo que posteriormente se llamaría la Nueva España. Se ocupó de la evangelización de los indígenas con un talante menos impositivo que el propio Cortés, a quien él mismo animaba y a la vez serenaba”.
A “nuestro fraile”, quien oficiara la primera Misa en lo que hoy es México -señala monseñor Francisco Javier Acero-, se le tenía en la mejor opinión: era considerado un hombre de muy buenas razones, de astucia y maña, hombre entendido, teólogo y gran cantor, a quien Hernán Cortés pidió por encargo participar en negociaciones y misiones diplomáticas por la gran confianza que le tenía.
Durante el tiempo en que Hernán Cortés permaneció en prisión por órdenes del militar español Pánfilo de Narváez -agrega monseñor Acero-, fray Bartolomé de Olmedo adoctrinó en el cristianismo a Moctezuma, procurando su conversión. “Pero finalmente el tlatoani murió antes de ser bautizado”.
Monseñor Francisco Javier Acero señala que fue también fray Bartolomé de Olmedo el encargado de bautizar a las veinte mujeres que regalaron los caciques de Tabasco a Hernán Cortés, entre las cuales se encontraba la Malinche, quien al ser cristianizada recibiera el nombre de Marina.
“Éstas fueron las primeras veinte mujeres cristianas que hubo en la Nueva España. Además de que el padre Olmedo tuvo una enorme influencia como sacerdote en la formación del ejército de Hernán Cortés, como catequista logró la conversión de multitudes de nativos a la fe cristiana, en Zempoala, Cholula, Xalapa, Iztapalapa, Coyoacán, Tabasco y Tlaxcala”.
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Contrario a la creencia popular -explica monseñor Acero-, la Iglesia no destruía ídolos, lo cual se demuestra en códices prehispánicos, algunos de los cuales están en poder del Vaticano, pues los religiosos buscaron siempre conservar la cultura prehispánica. “Y fue fray Bartolomé de Olmedo quien se opuso siempre a la destrucción precipitada de esos ídolos, lo cual solía hacer Hernán Cortés, ya que lo militar era otra cosa. La Iglesia no llevó a cabo una conquista armada”.
El Obispo Auxiliar de México explicó que el llamado “fraile de la Merced” siempre fue respetado por los nativos, quienes incluso lo llegaron a llevar en andas y le servían con afecto.
Tal era la confianza que Hernán Cortés le tenía a fray Bartolomé de Olmedo -refiere monseñor Acero-, que le encomendó la administración del Hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno, mejor conocido como el Hospital de Jesús. “Cortés ordenó construir este hospital para atender al público sin distinción: españoles, indígenas y castas. Un hospital para todos!”.
“El Hospital de Jesús, que ha permanecido en operaciones desde 1524 hasta la actualidad, fue el sitio de la primera autopsia en el continente americano, realizada para enseñar anatomía a los estudiantes de medicina de la Real y Pontificia Universidad de México.
“Así que (en cuanto a la labor social) estamos hablando de hospitales, de universidades y de iglesias, de conventos que eran fuentes y lugares de cultura”, refirió monseñor Francisco Javier Acero, como un mensaje dirigido a quienes suelen hablar de la Iglesia como sinónimo de abuso a los nativos, y negar o ideologizar el mestizaje que da identidad a México como nación.
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