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/ OPINIÓN
COLUMNA INVITADA
Por JUAN JESÚS PRIEGO
Sacerdote, periodista y escritor de la Arquidócesis de San Luis Potosí.
LAas felices gentes de Bután
@desdelafemx
Intentaron que sus ciudadanos fueran lo más felices posible, potenciando las rela- ciones sociales, a través de fiestas nacio- nales y locales, teniendo una buena salud pública y cuidando las tradiciones. A esto se le sumaba que hasta 1999 la televisión no había llegado a este pequeño país, que se encuentra en el Himalaya.
“Pero con la llegada de la imagen virtual, de la televisión, todo fracasó. Es sintomá- tico que incluso los gustos estéticos, y sobre todo los culturales, en apenas un suspiro, cambiaron radicalmente, y los ciudadanos de Bután empezaron a sentirse desgraciados e infelices. La mujer de Bután tenía el rol de mujer fuerte, capaz de co- laborar con las tareas de agricultura y ga- nadería, salía de su hogar para ayudar, al mismo tiempo que era capaz de sacar a la familia adelante. Los hombres de Bután se enamoraban de este perfil de mujer. Pero de repente empezaron a consumir televisión. Una sociedad tranquila, de re- ligión budista y tradicional en sus costum- bres sufre una invasión de pantallas y de imágenes. El shock social, cultural y psi- cológico fue más fuerte de lo esperado, y los índices de felicidad de los ciudadanos de este país cayeron en picada en apenas dos años como consecuencia del consumo de la imagen televisada. A los hombres de Bután dejaron de gustarles sus parejas, y el modelo estético y social de mujer que tenía se quedó, del día a la noche, desfa- sado. Los hombres dejaron de ver atractivas a sus mujeres, y las mujeres también de- jaron de sentirse guapas al compararse con las modelos y actrices” (José Carlos Ruiz, El arte de pensar, Sevilla, Almuzara, 2019).
Dicho con otras palabras, en Bután se abrieron demasiado, cuando lo prudente hubiese sido cerrarse un poco ante ciertas cosas. Pero, ¿cómo cerrarse a la cultura global? En saber cuándo y ante qué es preciso abrirse, cuando y ante qué cerrarse, está todo el juego de la vida.
           brir, cerrar; abrir, cerrar: todo nueva información (México, Fondo de Cul- el juego de la vida está en tura Económica, 1985), en el que se en- saber conjugar oportuna- cuentran ejemplos que demuestran que mente ambos verbos. Hoy si bien abrirse es una buena cosa, la vida
se hace la apología de lo abierto: la socie- también exige saber practicar el arte del
dad abierta y la mentalidad abierta son aplaudidas con frenesí; y, por el contrario, lo cerrado se hace merecedor de las con- denas y de todos los rechazos. “Este tipo –decimos, acusando- es un cerrado”.
Y, sin embargo, ¿acaso el ojo no se cierra constantemente para protegerse a sí mis- mo? Si no pudiéramos cerrar los ojos ni siquiera en la noche, entonces sí que es- taríamos en un serio problema: piénsese, por ejemplo, en los personajes de esa in- fernal pieza teatral de Jean Paul Sartre (1905-1980) titulada A puerta cerrada, en la que a unos infelices se les habían cortado los párpados y no podían más que mirarse continuamente unos a otros y, claro, sin poder dormir. El infierno, parece decir el famoso filósofo francés, es no poder cerrar nunca los ojos.
El organismo también se cierra, y cuan- do se abre inoportunamente pone al hom- bre en situaciones no sólo lamentables, sino tremendamente preocupantes.
Y Ulises, cuando se aproximaba en su cóncava nave a la Isla de las Sirenas, ¿qué fue lo que hizo? Se taponó los oídos con cera y pidió que lo amarraran al mástil de su embarcación para no sucumbir al em- brujo de sus cantos. Si Ulises, un tipo pró- digo en astucias, no se hubiera cerrado a las seductoras voces, ahí habría dado por terminada su odisea.
Abrir, cerrar. Hay un libro magnífico que trata sobre este asunto, un libro que, por desgracia, nunca más ha vuelto a editarse, por lo menos en castellano. Me refiero al libro de Orrin E. Klapp Información y moral. Estrategias de apertura y cierre ante la
cierre. ¿Es conveniente estar siempre ce- rrados? ¡Por ningún motivo! ¿Es convenien- te estar siempre abiertos? ¡Menos aún!
¿No dijo alguien una vez que un país se define por sus fronteras? ¿Y qué es una frontera si no un límite? Un país de puertas siempre abiertas no sería propiamente un país, pero un país con las puertas perma- nentemente cerradas tampoco lo sería, sino un inmenso campo de concentración.
“El artista que dice: ‘No veo espectáculos cuando estoy trabajando’ –escribe Klapp- enuncia una postura compartida por mu- chos: que una exposición exagerada al trabajo de los demás puede obstruir nues- tra creatividad... Tales hombres, entonces, se retiran a remotos lugares para hacer su trabajo. Los escritores muestran una ne- cesidad similar de retiro en bien de la creatividad...”.
He aquí otro ejemplo de apertura y cie- rre: las felices gentes de Bután:
“Para ejemplificar este poder de la ima- gen usaremos el país de Bután, que durante mucho tiempo ha ocupado los primeros puestos en el ranking mundial de ciuda- danos felices. De hecho, la política de sus gobernantes, desde 1971, se ha centrado en el desarrollo de la Felicidad Nacional Bruta, en lugar del Producto Interior Bruto.
Si bien abrirse es buena cosa, la vida
también exige saber practicar el arte
del cierre.
  20 27 de junio de 2021 desdelafemx desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial www.desdelafe.mx










































































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