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 página 4 L’OSSERVATORE ROMANO domingo 3 de julio de 2022
 La invitación a afrontar las fatigas y las alegrías de la vida con la mirada siempre hacia el Cielo El mundo transformado en una “casa”
 Cinco “pasos más” hacia el matrimonio, la cruz, el per- dón, la acogida y la fraternidad: lo indicó el Papa Francisco a los participantes del Festival de las Fami- lias que en la tarde del miércoles 22 de junio, abrió el X Encuentro mundial de las familias, que se celebra en Roma hasta el domingo 26 de junio. Inspiraron la re- flexión del Pontífice los testimonios presentados en el Aula Pablo VI para dar voz a la experiencia de los que viven las mismas alegrías, inquietudes, sufrimientos y esperanzas.
Queridas familias:
Para mí es una alegría estar aquí con vosotros, después de los impactantes acontecimientos que, en los últimos tiempos, han marcado nuestras vidas. Primero la pandemia y, ahora, la guerra en Europa, que se añade a otras gue- rras que afligen a la familia humana. Agradezco al cardenal Farrell, al cardenal De Donatis y a todos los colaboradores del Di- casterio para los Laicos, la Familia y la Vida, así como de la diócesis de Roma, que con su dedicación han hecho posible este Encuen- tro.
También quiero dar las gracias a las familias presentes, que han venido de tantas partes del mundo; y en particular a las que nos han regalado sus testimonios: ¡Gracias de cora- zón! No es fácil hablar ante un público tan grande de la propia vida, de las dificultades o de los dones maravillosos, pero íntimos y per- sonales, que habéis recibido del Señor. Vues- tros testimonios han sido como “amplifica- dores”, habéis dado voz a la experiencia de muchas familias en el mundo que, como vo- sotros, experimentan las mismas alegrías, in- quietudes, los mismos sufrimientos y espe- ranzas.
Por eso ahora me dirijo tanto a vosotros aquí presentes como a los esposos y a las familias que nos escuchan en el mundo. Quisiera ha- ceros sentir mi cercanía precisamente allí donde os encontráis, en vuestra concreta con- dición de vida. La palabra de aliento es sobre todo esta: partir de vuestra situación real y desde allí intentar caminar juntos, juntos co- mo esposos, juntos en vuestra familia, juntos con las demás familias, juntos con la Iglesia. Pienso en la parábola del buen samaritano, que encuentra a un hombre herido en el ca- mino, se le acerca, se hace cargo de él y lo ayu- da a reanudar el viaje. Justamente esto quisie-
ra que la Iglesia fuera para vosotros. Un buen samaritano que se os acerca, cercano a voso- tros y os ayuda a proseguir vuestro camino y a dar “un paso más”, aunque sea pequeño. Y no os olvidéis que la cercanía es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios. Trataré de indicar estos “pa- sos más” para dar juntos, retomando los testi- monios que hemos escuchado.
1. “Un paso más” hacia el matrimonio. Os agradezco, Luigi y Serena, que nos hayáis compartido con gran honestidad vuestra ex- periencia, con sus dificultades y sus aspira- ciones. Pienso que sea doloroso para todos lo que habéis contado: “No encontramos una comunidad que nos sostuviera afectuosa- mente por lo que somos”. Es duro escuchar esto. Esto nos debe hacer reflexionar. Debe- mos convertirnos y caminar como Iglesia acogedora, para que nuestras diócesis y pa- rroquias sean cada vez más “comunidades que sostienen a todos con los brazos abier- tos”. Esto es indispensable, sobre todo en es- ta cultura de la indiferencia Y vosotros, provi- dencialmente, habéis encontrado apoyo en otras familias, que son, de hecho, pequeñas iglesias.
Me sentí muy consolado cuando habéis ex- plicado el motivo que os impulsó a bautizar a vuestros hijos. Habéis dicho una frase muy hermosa: “A pesar de los esfuerzos humanos más nobles, nosotros no nos bastamos”. Es verdad, podemos tener los sueños más her- mosos, los ideales más altos, pero al final des- cubrimos también nuestros límites —es sabio tener conciencia de los propios límites—, es-
tos límites que no podemos superar por no- sotros mismos, sino sólo abriéndonos al Pa- dre, a su amor, a su gracia. Este es el significa- do de los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio, son la ayuda concreta que Dios nos da para no dejarnos solos, porque “noso- tros no nos bastamos”. Esta frase nos hace mucho bien escucharla: “Nosotros no nos bastamos”.
Podemos decir que cuando un hombre y una mujer se enamoran, Dios les ofrece un regalo: el matrimonio. Un don maravilloso, que tie- ne en sí mismo el poder del amor divino: fuerte, duradero, fiel, capaz de recuperarse después de cada fracaso o fragilidad. El ma- trimonio no es una formalidad que hay que cumplir. Uno no se casa para ser católico “con la etiqueta”, para obedecer a una regla, o porque lo dice la Iglesia o para hacer una fiesta; no, uno se casa porque quiere fundar el matrimonio en el amor de Cristo, que es sóli- do como una roca. En el matrimonio Cristo se entrega a vosotros, para que vosotros ten- gáis la fuerza de entregaros mutuamente. Ánimo, pues, ¡la vida familiar no es una mi- sión imposible! Con la gracia del sacramento, Dios la convierte en un viaje maravilloso para emprender con Él, nunca solos. La familia no es un hermoso ideal, inalcanzable en la reali- dad. Dios garantiza su presencia en el matri- monio y en la familia, no solo en el día de la boda sino durante toda la vida. Y Él os sostie- ne cada día en vuestro camino.
2. “Un paso más” para abrazar la cruz. Os agradezco a vosotros, Roberto y María An- selma, porque nos habéis contado la conmo-






















































































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